Con frecuencia el imaginario colectivo es injusto. En la memoria popular ha quedado la imagen del dios Baco como libertino, pecaminoso, armando sus «bacanales»; y la imagen de Teseo como la del valiente y bello príncipe que mata al Minotauro.
Es cierto que Baco fue dado a los placeres del vino y de la carne, más fue quien amó con sinceridad a Ariadna. En cambio, Teseo, el héroe, abandonó sin explicación a Ariadna en la isla de Naxos. A ella, quien fue la que urdió el plan del ovillo de lana y lo ejecutó para que Teseo pueda salir con vida del laberinto tras vencer al Minotauro. Fue ella la que amó y salvó al héroe y quien lo hizo tal. Pese a ello, el príncipe la abandona.
Al verla desvalida Baco la recoge, la cuida y la lleva al Olimpo no siendo diosa de naturaleza, pero sí su diosa. El dios del vino, el de la mala reputación, le regaló una corona como obsequio boda. Al morir Ariadna, mortal como era, y quedar Baco, inmortal como es, arrojó la corona al cielo y se formó la Constelación Boreal.
En el fondo del universo está Ariadna. Ahora sí inmortalizada por Baco en las estrellas. Para siempre. Es el triunfo del amor. Así lo pintó Annibale Carracci en su fresco el ‘Triunfo de Baco y Ariadna’. El triunfo del amor.
Por: Eduardo Abusada Franco
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1 comentario en «Baco y Ariadna: el triunfo del amor»