Hace 39 años nació. Pero casi fue, ese mismo día, debut y despedida. “Nací en el Rebagliati, un 30 de setiembre de 1984 cuando casi me voy para la otra, no quise salir al mundo (¿quién quisiera, en realidad?) después de un trabajo de parto de 12 horas”, me cuenta el buen Juan Mauricio Muñoz. Esa no sería la única vez en que la Parca casi se lo jala. A los dos años casi muere ahogado en la piscina de la casa de un tío y a los 17 años, en una playa del Atlántico, los tiburones por poco lo vuelven parte de su almuerzo de ese día. Pero, como nadie se muere en la víspera, y como el mismo dice “lamentablemente, sigo aquí”.
Creció en el antiguo distrito de Magdalena, en la cuadra 6 de la avenida Tacna, al lado del mercado. Su familia materna es del Rímac y la paterna de Paramonga. En Lima estudió en el colegio San Antonio de Padua y en Estados Unidos en Manteo High School, donde acabó la secundaria. “Del primero mantengo buenos amigos, en el segundo parecía un penal”, dice.
Asegura que el mejor trabajo que tuvo fue de lavaplatos, pero también la hizo de ayudante de cocina, picapedrero, vendedor en el aeropuerto —empleo que detestaba porque para él, a diferencia de la costumbre, el cliente nunca tiene la razón—. Finalmente recaló en el diario Trome como periodista y actualmente es editor de Infobae Perú.
Ya ha publicados dos poemarios y un libro de cuentos. El Imperio y sus despojos es su primera novela. Una historia sobre la migración en los Estados Unidos y las pandillas urbanas.
Por: Eduardo Abusada Franco
Seguir a @eabusad IG: @eduardoabu79
Hola Juan Mauricio. Aún te debo un sparring de box, pero ya me estoy haciendo viejo. ¿Tú sigues boxeando?
He regresado al boxeo. Me lesioné hace unos meses y estuve sin poder caminar unos 4 o 5 meses. A veces me pongo a ver peleas completas de Muhammad Ali, Thomas Hearns, Sugar Ray Leonard, Tyson, Foreman, ‘Mano de Piedra’ Durán, Oscar de la Hoya. Me gustan las peleas antiguas, las siento diferentes. También sigo, en menor medida, la UFC. El box se lleva toda mi pasión. Antes de lesionarme hacía sparring con chibolos que peleaban en campeonatos. Ahora estoy volviendo de a pocos, no quiero lesionarme de nuevo.
Vayamos a otra pasión, la literatura. Terminé de leer tu último libro, El Imperio y sus despojos. Por cierto, me gusta mucho el título. Es una novela corta, bastante intensa. Dime, tú estuviste en USA. ¿Qué tanto de autobiográfica tiene esta novela?
Diría que la novela tiene 30% de autobiográfica. Quiero aclarar que nunca, ni por asomo, fui pandillero. Compartí historias con personas que pertenecieron a pandillas o que sus familiares estaban en prisión por haber pertenecido a alguna pandilla. Eso quise plasmarlo en la novela.
Respecto al 30% que te comento, puede ser más acerca de la discriminación y racismo que sufrimos muchos hispanos en estados del sur (cada estado es muy diferente, podría decir que es como un país diferente), y lo he acoplado a la novela desde mi punto de vista.
O cómo entre hispanos nos clavamos el cuchillo en la espalda cuando llaman a la ‘Migra’ para que los deporten. En Estados Unidos debería existir la frase: «El enemigo de un hispano es otro hispano»; tampoco rechazo la idea de «El enemigo de un peruano es otro peruano» porque también se ve bastante.
La guerra civil no ha terminado entre ninguna raza (blancos, negros, hispanos, asiáticos) y nadie se da tregua. Si ponemos un caso más cercano es el asalto al Capitolio por parte de supremacistas blancos, ¿qué podías esperar si tenías a un presidente como Trump que aplaudía a los neonazis?
Cuando sucedió el atentado de Charlotesville en Virginia por parte de neonazis, solo pensé que esto ya se veía venir desde hace muchos años. Yo llegué a Estados Unidos en 2001, y me deportaron en 2004.
Una vez en la escuela prohibieron ir a los negros e hispanos porque había una amenaza de bomba para hacernos explotar. ¿Qué había pasado? Que un buen amigo le había sacado la mierda a un gringo que le había dicho la ‘N word’ (Nota de autor: Nigger es un insulto racial que deshumaniza a los afroestadounidenses, quienes fueron esclavizados por los blancos estadounidenses por varios siglos). Así que este racista había llamado a la escuela para amenazar que no vaya ningún negro o hispano porque haría explotar la secundaria. Al pata no le pasó nada: la policía lo capturó, lo mandaron a un psicólogo y lo cambiaron de escuela; o sea, hizo su vida normal después de casi atentar contra nuestras vidas. La ley no es igual para todos en ninguna parte del mundo. No sé si hubiera sido igual si alguno de nosotros, negros o hispanos, hubiéramos hecho lo mismo.
Ya lo había vivido, así que no me sorprendió todos los ataques de los neonazis o extremistas de derecha cuando comenzaron a suceder todas estas cosas. Era como si hubieran estado ocultos años y solo estaban esperando un presidente como Trump.
Olvidé mencionar que en la secundaria donde asistía era común ver las banderas confederadas en los autos de los estudiantes; ahora está prohibido, pero en ese entonces era normal, así que ya sabías con quién te ibas a sacar la mierda en la escuela.
¿Crees que una novela puede ser 100% una creación de ficción? Si mal no recuerdo, Vargas Llosa explicaba en Cartas a un joven novelista que un autor, de una u otra manera, parte para escribir sus novelas desde sus experiencias personales.
Creo que no puede ser 100% creación de ficción. Tal vez hay autores que sí lo han logrado, pero en mi caso, me baso en experiencias personales; al menos que estés haciendo una investigación periodística y lo conviertas en novela como ha sucedido en muchos casos.
Yo empecé con la poesía (aún la escribo, pero no la publico). Y, poco a poco, fui llevándome por la narrativa, tomando un porcentaje de mis experiencias personales para contar la vida de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos. Así nacieron mi libro de cuentos Al norte no está el paraíso y la novela El imperio y sus despojos.
En algún momento pensé en transitar con la poesía acerca de este tema (tengo un par de poemas publicadas en revistas mexicanas acerca de los inmigrantes hispanos), pero me sentí más cómodo en la narrativa.
Fuera del tema ficcional, hay un consejo de Stephen King que lo leí en Mientras escribo: “Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer y escribir mucho”. Tal cual lo dice, no hay otra salida: ese debe ser el camino.
El protagonista es un joven peruano, Rubén Pinto, que se hace líder de una de las pandillas más temidas de USA, La Raza, y lo deportan. En la solapa del libro haces hincapié en que fuiste deportado tú también de USA en 2004. Hasta lo mencionas con orgullo, me parece. ¿Por qué te deportaron?
Más que con orgullo lo menciono con un afán de que conozcan que yo también fui deportado, que lo que escribo en El imperio y sus despojos viene de un fondo desde mi experiencia o lo que escuché en esos años. Como repito, yo no fui pandillero, pero sí hubo conversaciones con expandilleros que habían estado en la Mara Salvatrucha u otros que habían dejado East LA (el este de Los Ángeles) por temor a que a sus familias les puedan pasar algo. Me contaban cómo eran sus experiencias y lo que he recordado durante todos estos años lo fui plasmando tanto en el libro de cuentos como en la novela.
No sé si vuelva a escribir sobre el tema de los inmigrantes en Estados Unidos. Lo he dicho en varias presentaciones que, para mí, el tema ya está agotado. Aunque alguien me preguntó si en realidad ya estaba agotado o yo ya no quería escribir más sobre los inmigrantes en ese país. Por ahora, estoy enfocado en otros proyectos literarios.
A mí me deportaron en 2004 porque no tenía papeles cuando la Migra me los pidió. Aunque algunas escenas las tengo borradas de mi memoria (gracias a mi tratamiento psiquiátrico en el Larco Herrera), me acuerdo que lo más humillante fue cuando me mandaron de vuelta a Perú: esposado como si fuera un delincuente.
¿Cómo fue tu experiencia en USA? ¿Por qué te fuiste allá y cuál era “tu sueño americano”? ¿Cuánto tiempo estuviste en ese país?
Dentro de todo lo malo que me pudo haber sucedido allá como haber sido deportado y maltratado por Migraciones, lo veo desde un punto de vista que conocí cómo era ese Estados Unidos sureño que, muchas veces, nadie quiere ver, pero está allí, escondido, esperando a otro presidente como Donald Trump para que haga de las suyas. Cada estado es un país diferente, no sé cómo es vivir en Nueva York o en Florida porque nunca estuve allí. Mi experiencia es, básicamente, en el estado sureño de Carolina del Norte.
Mi “sueño americano”, por así decirlo, era ganar una beca jugando fútbol para estudiar en la universidad. Nosotros llegamos un febrero de 2001, vivimos —aunque alejados (Carolina del Norte está a ocho horas de Nueva York)— el ataque a las Torres Gemelas. Las alarmas sonaron todo el día.
A partir de allí, cambiaron muchas cosas: la Migra comenzó a ser más ruda con los inmigrantes hispanos y ni hablar de los musulmanes. Nunca he visto a un ser humano ser humillado como hacían con los musulmanes; y no era solo la Migra, también la policía o los mismos gringos.
En la novela se relata mucho el racismo en los Estados Unidos. Hay grupos neonazis y aún del Ku Klux Klan. Cuando estuviste allá, ¿encontraste o sufriste tú también mucho racismo el racismo que mencionas, o quizás xenofobia?
Viví racismo de forma parcializada en la secundaria. A lo que voy es que cuando llegué no entendía mucho el inglés, entonces se burlaban y como no les entendía lo dejaba pasar. Eso cambió cuando ya sabía qué palabras decían para menospreciarme.
Una vez saliendo del baño de la escuela, un pata me dijo: “maldito hispano, regresa a tu país” (fuckin’ spic, go back to your farm). Le saqué la mierda. ¿A quién suspendieron? A mí, tres días. ¿Quién sigue viviendo su vida como si nada hubiera pasado? El racista. Incluso, el director me dijo que me había salvado de una denuncia porque le rompí la nariz y le estaban poniendo puntos.
Lo que más me emocionó fue cuando lo conté en la cocina del restaurante donde trabajaba, los afroestadounidenses que chambeaban conmigo lo celebraron como si hubiera ganado el Mundial. Luego entendí que, para ellos, que habían vivido la segregación y el racismo en los 70s y parte de los 80s, era una forma de reivindicación.
La guerra entre las tres pandillas que relatas en tu novela (los afros, los latinos —mexicanos principalmente— y los blancos supremacistas), me hace recordar la película Sangre por sangre. De hecho, la mencionas en el libro. ¿Qué tanto te marcó este film? Pues para mi generación —yo nací en 1979— fue un tremendo peliculón. Los chicos en el barrio querían formar pandillas igual, usaban los mismos nombres.
Recuerdo que esta película me la recomendó un compañero hondureño que había vivido en Texas y lo habían mandado a Carolina del Norte porque se estaba torciendo. No sé qué será de él, así como no sé qué será de todos los estudiantes de ese colegio; solo espero que no hayan terminado en prisión o muertos.
De hecho, esta novela es también un homenaje a Sangre por sangre, porque me hizo entender la idiosincrasia de las pandillas en Estados Unidos. Siempre que puedo vuelvo a ella. Al menos para mí, son tres horas bien invertidas de buen cine.
Creo que si se proyectara actualmente en los cines de Estados Unidos una película como Sangre por sangre tendría mucho más acogida de la que tuvo en el año de su estreno. Y el único actor de la película que sobresalió fue Benjamin Bratt (otro personaje que interpretó magistralmente fue al poeta nuyorican Miguel Piñero en Piñero), sin embargo, creo que Damian Chapa (Miklo) o Jesse Borrego (Cruz) tendrían el mismo éxito que Pedro Pascal o Tenoch Huerta actualmente. Lamentablemente, en esos años a los actores de ascendencia hispana, Hollywood apenas los miraba.
Estas guerras sangrientas entre pandillas, ¿crees que son por defensa de la raza o en realidad es por el control del negocio de las drogas? Hay mucho de eso, del dinero; pero también un fanatismo nacionalista o de corte étnico.
Aquí quiero ponerme cinematográfico, ya que hemos estado hablando de Sangre por sangre. Ahora quiero referirme a otra gran película que me marcó (la vi en Estados Unidos) como American History X. ¿Qué pasó cuando el personaje principal se da cuenta que en la cárcel los neonazis hacen tratos de drogas con los pandilleros negros? Todo se trata de poder y el negocio de las drogas. La “defensa de la raza” ya queda de lado muchas veces. Puedo decir que quedan muy pocos puristas.
El personaje-narrador maneja perfectamente el lenguaje de las pandillas, sus modos, sus jergas, rangos, etc. ¿Cómo investigaste todo ello? ¿Has hecho algún tipo de trabajo de campo o acercamiento con pandilleros de los EE. UU.?
Solo hice investigación para situar la novela en una ciudad ficticia de Carolina del Norte. Para lo demás, recordé las conversaciones con algunos compañeros quienes sus familiares habían estado en la Mara Salvatrucha o la MS-18; las jergas no fueron muy complicadas porque varios de mis compañeros hablaban así.
Finalmente, mis felicitaciones. Te comento que la novela genera muchas imágenes mentales, mucha acción, escenas crudas. Puedes presentarla para cine o convertirla en guión o cómic. Felicitaciones por el trabajo.
Escribí una obra de teatro basada en el cuento 13 segundos de mi libro de cuentos Al norte no está el paraíso. Admiro y le tengo mucho respeto al teatro, pero fue desgastante. No sé si alguna vez la presente o me acepten ponerla en las tablas.
Gracias por leer la novela. Tal vez me animo a escribir un guion más adelante.
Por: Eduardo Abusada Franco
Seguir a @eabusad IG: @eduardoabu79
OTROS ENLACES RECOMENDADOS POR PLAZA TOMADA
- En memoria de Cayo y el Clan Siciliano
- El ascenso al volcán Chachani: 6,075 msnm
- Gladys. La universidad de las conchas negras
- Generación cochebomba, a 16 años de su publicación. Una entrevista con Martín Roldán Ruiz
- Las Leonas del Arena. El Athletic Villa, una historia de fútbol femenino
- A Dios también se le mueren los amigos. La amistad entre Maradona y Jorge Cyterszpiler
6 comentarios en «“La guerra civil no ha terminado entre ninguna raza (blancos, negros, hispanos, asiáticos) y nadie se da tregua”, Juan Mauricio Muñoz. Entrevista sobre su novela ‘El Imperio y sus despojos’.»