Se dijo de él que fue el hombre que nunca existió. “Si después de morirme quisieran escribir mi biografía/ no hay nada más sencillo. / Tiene sólo dos fechas, la de mi nacimiento y la de mi muerte. / Entre una y otra todos los días son míos.”
Hablamos de Fernando Pessoa, el gran poeta y escritor portugués, aquel discreto lusitano que se consideraba periodista de profesión, pero literato por vocación. Aunque su vida y su obra están íntimamente ligadas a la ciudad de Lisboa, vivió parte de su juventud en Sudáfrica, donde recibió una educación británica que le permitió ganarse la vida como traductor. Por la noche, una vez abandonada la oficina comercial en la que transcurrían sus días, escribía poesía… como el peruano Carlos German Belli, nuestro mayor poeta vivo, que hacía lo mismo cuando salía del Congreso de la República en donde trabajaba de amanuense.
Al igual que Ortega, el gran filósofo, que dijo que el enamoramiento es un estado de miseria mental en el que la vida de nuestra conciencia se empobrece, Pessoa escribió: “Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fuesen ridículas”. Era totalmente consciente de su levedad. Por eso escribió: “Quien vive como yo no muere: se acaba, se marchita”. El sitio donde estuvo sigue sin él, la calle por donde caminó sigue sin que él sea visto en sus veredas, la casa que habitó es frecuentada por alguien que no es él. Solitario y reflexivo escribió: “Ser poeta no es una ambición mía, es mi manera de estar solo. No saber de uno mismo; eso es vivir. Saber más de uno mismo, eso es pensar.”
Era un iconoclasta y un incansable soldado de las causas perdidas: Postuló que “la única actitud digna de un hombre superior es el persistir tenaz en una actividad que se reconoce inútil, el hábito de una disciplina que se sabe estéril, y el uso fijo de normas de pensamiento filosófico y metafísico cuya importancia se siente como nula.” Pero dijo también bellezas como éstas: “El cero es la mayor metáfora. El infinito la mayor analogía. La existencia el mayor símbolo.” Fue escéptico ante el amor, pero alguna vez sucumbió a su poderosa magia: “El amor es una muestra mortal de la inmortalidad.” Y también dijo en sus versos: “Para comprender, me destruí. Comprender es olvidarse de amar. No conozco nada más al mismo tiempo falso y significativo que aquel dicho de Leonardo da Vinci de que no se puede amar u odiar una cosa sino después de haberla comprendido.”
Pessoa creó varios diversos autores ficticios, heterónimos con diferentes estilos, modos y voces. Los heterónimos son personalidades falsas que de algún modo se vuelven verdaderas a través de una manifestación artística propia y diversa del autor original. Entre los que creó Pessoa, destacan Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Bernardo Soares. Fernando Pessoa y todos ellos, murieron el 30 de noviembre de 1935 a los 47 años de complicaciones hepáticas.
Por: Jorge Alania Vera
Jorge.alania@gmail.com
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