De entre los hermanos Pizarro, es el viejo Francisco el que ha quedado estampado con mayor estruendo en la historia. Conquistador para unos, saqueador y genocida para otros. Aventurero para todos. Sin embargo, de los cuatro hermanos Pizarro, uno cuya vida es digna del guion de una película épica es la del joven Gonzalo.
También nacido en Trujillo de Extremadura, en España, acepta la empresa propuesta de su hermano primogénito hacia el Nuevo Mundo. Su sangre nunca conoció el remanso. Siempre estuvo hirviente. Estuvo presente en la celada de Cajamarca, donde fue capturado Atahualpa, el inca-dios.
Durante la dura resistencia de los incas de Vilcabamba, habría de resistir el sitio del Cusco liderado por el aguerrido Manco Inca.
Escapó a la prisión de los almagristas durante las guerras civiles entre españoles, a quienes luego derrotó. Se hizo gobernador de Quito, pero su sangre inquieta lo llevó a iniciar la expedición en busca de El Dorado, la legendaria ciudad de oro y canela escondida en algún lugar al oriente de los Andes, en el ignoto Antisuyo. Tras atravesar zonas terriblemente hostiles, sufriendo lo indecible, con apenas unos sobrevivientes, regresa con el fracaso a cuestas, pero con el alma siempre en movimiento.
Muerto su imponente hermano Francisco a manos de los almagristas, Gonzalo Pizarro decide tomar el puesto que creía que la posteridad tenía reservado para él. Inicia una revuelta contra la autoridad virreinal. Blasco Nuñez de Vela sería derrotado en la batalla de Iñaquito por los gonzalistas. Fue decapitado. Gonzalo Pizarro, español y al fin y al cabo, y no habiendo consentido tal sentencia, ordenó retirar la testa de la picota, enterrando católicamente al virrey descabezado.
Le decapitación de un virrey era el claro punto de no retorno. La guerra contra la Corona estaba más que declarada. La astuta gestión del pacificador Pedro de la Gasca restó fuerzas a Gonzalo. Con un ejército disminuido por las deserciones, el otrora conquistador fue derrotado en la pampa de Anta. Decapitado al día siguiente.
Llegó en un momento a ser el líder más poderoso del virreinato del Perú tras liderar la Rebelión de los Encomenderos contra la Corona española. Soñó con su propio reino, con absoluta independencia del monarca ibérico. Uno donde el se habría de coronar rey e iniciar su propio linaje real. Se quiso erigir como el arquetipo del nuevo hombre de las américas, un mestizo soberbio y valiente. Se había enamorado con locura y obsesión de Kura Ocllo, la hija del emperador Huayna Cápac, hermana favorita y esposa del ingobernable Manco Inca, líder legendario de al resistencia de Vilcabamba. Para algunos es Gonzalo el inicio del mestizaje en esta parte del mundo, el resumen del encuentro y la mezcla entre el mundo español y el andino.
Demasiada pasión. Suficiente para derrotar a un imperio, pero poca para someter a dos. Su cabeza fue expuesta en la plaza de Lima como escarmiento y acabó enterrada en el Cusco junto a los cuerpos de los almagristas con los que peleó a su lado y contra ellos.
(La borrosa imagen que acompaña este post es la del cuadro que hace Francisco Laso, basado en Gonzalo Pizarro, presentado en la Exposición Universal de París de 1855).
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