“No indagues, Leuconoe; vedado está saberlo/ qué destino los dioses a ti y a mí nos dieron, / y no de Babilonia consultes los misterios.” Reza el primer terceto de la famosa Oda que le escribió Horacio, el gran poeta latino, a una mujer imaginaria que él llamo Leuconoe, y que concluye con unos versos y una expresión que se ha convertido en clásica: “Sé prudente, buen vino consume de lo añejo/ y largo afán no entregues a plazo tan pequeño./ Mientras hablamos huye con la palabra el tiempo./ ¡Goza este día! Nada fíes del venidero.”
La expresión es «¡Goza este día!». Carpe Diem, en latín, que desde hace siglos identifica una visión del mundo y una manera de desentrañar el sentido de la vida. Carpe Diem, vive el día, vuela, goza, ama, devela tus secretos, has como si esta fuera tu última jornada, hazle caso a Nietzche: “Vive como si el día hubiera llegado.”
En el círculo de hombres y mujeres, los alcohólicos y los adictos anónimos se presentan y saludan: «me llamo Juan y no tomo o no me drogo o no juego desde…». Al despedirse se abrazan y se dicen: «felices 24 horas, es decir, vive solo este día para vencer tu adicción». Gracias a este Carpe Diem del sufrimiento y la reparación, millones de adictos en todo el mundo han logrado recobrar la sobriedad y la serenidad.
Por eso Horacio clama: no de Babilonia consultes los misterios. Mira la hoja del almanaque que hoy habrás de llenar y nada más, porque mañana será otro día con su esperanza y su misterio. Nadie se baña dos veces en el mismo río, dice Heráclito el Oscuro, porque nuevas aguas corren siempre sobre nosotros. Coge, entonces, esas aguas que ya no han de pasar y frótate las manos, rocíala sobre tu cuerpo, lávate la cara porque ya no volverán, hoy es el día.
No te entristezcas hoy con los recuerdos del pasado, limpia tu memoria pero sin olvidar, pero límpiala. Y así mañana. Y pasado mañana. Agota el día en las cosas que tienes y que debes hacer y lo demás no importa. El futuro existirá mañana y así uno y otro día. ¿Quién no ha tenido un dolor irreparable, una herida que le hicieron a otros pero que queda para siempre en él?¿ A quién no le creyeron alguna vez una verdad vital pero sí le enrostraron mentiras banales y superfluas?
“Largo afán no entregues a plazo tan pequeño”, le canta Horacio a Leuconoe en su Oda, es decir, reconoce el tamaño de tus esperanzas y tus sueños, dales hoy lo que se merecen hoy, porque “mientras hablamos huye con la palabra el tiempo”.
“Qué destino los dioses a ti y a mí nos dieron” le dice Horacio a Leuconoe en los instantes en que en la fugacidad del tiempo la hace suya. Ella calla, porque no le sabe responder. Él, que tampoco lo sabe le replica: Carpe Diem…
Por: Jorge Alania Vera
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