Gabaráin, el autor de las más famosas y tiernas canciones de misa, fue un pedófilo depredador de niños que logró evadir la justicia terrenal.
El último domingo, luego de buen tiempo, fui a misa. Normalmente las misas me aburren por su pesadez, rutina y solemnidad. Esta fue algo diferente. Fue en una parroquia en Pamplona Alta. El lugar era bastante sencillo, por lo que no sentía el peso de las estatuas e imágenes que a veces te aplastan ánimo. El ambiente era ligero. El cura, que se le nota sincero, interactuaba con los asistentes, los conocía por sus nombres. Gente del barrio. Antes, el chico del coro nos hizo practicar las canciones para la ceremonia y nos dieron un cancionero que me puse a hojear. Al tiro reconocí la canción ‘Pescador de hombres’.
Comenté ello en mis redes sociales, por la nostalgia que me producía. Yo estudié en un colegio fuertemente católico, con monjas y curas de profesores. Aprendí esa canción de memoria cuando niño. Y, ya de adulto, cuando siento que mi fe flaquea, la escucho en YouTube. Su melodía es simple —como casi todas las canciones de misa—, pero su letra es potente y conmueve. Empero, varios contactos me lanzaron un baldazo de agua fría en medio de mis ensoñaciones y saudades. Su autor, Cesáreo Gabaráin Azurmendi, resultó ser un monstruo. La noticia, de la que tomé recién conocimiento el domingo, me cayó como un mazazo.
Gabaráin fue un sacerdote vasco que compuso no sólo la célebre canción, sino varias otras que serían icónicas en el repertorio de misas católicas, como ‘Juntos como hermanos’ o ‘Vienen con alegría’. Cantos que entonaba con devoción cuando era un niño y ferviente católico. Pero bajo su disfraz de santidad, se escondía una de las caras del demonio: un abusador de menores. Fue expulsado del colegio marista de Madrid donde era capellán ante las acusaciones de pedofilia. Pero la institucionalidad de la Iglesia, como suele hacer en estos casos, pasó el asunto por agua tibia y volvió a las escuelas, a una de los salesianos. Se negaron a cortar la cabeza de la cabeza de la hidra. No solo eso, sino que fue premiado por el papa Juan Pablo II, quien lo nombró su prelado personal: “un título honorífico que el Pontífice concede a personas de especial relevancia, por decisión propia o a propuesta del obispo de su diócesis” (El País).
Cuando se conocieron las primeras denuncias, saltaron muchas más. Testimonios detallados, todos coincidían: las fechas, los eventos, los testigos, etc. Gabaráin no era un pescador de hombres, era un depredador de niños.
Murió en 1991 sin que lo alcance la justicia. Definitivamente, aunque su célebre canción me transporte a lugares perdidos de mi alma, no puedo evitar que, conocida la historia de su autor, ahora me desafine bastante. Es más, algunas arquidiócesis en los Estados Unidos han prohibido el uso de sus canciones, que fueron traducidas a varios idiomas.
No estoy seguro de que haya un Cielo —al menos no en el sentido bíblico— solo sé que hay esta Tierra y que en ella que hay muchos infiernos: uno es el que hizo vivir Gabaráin a esos niños.
[Columna escrita en noviembre de 2021]
Fotos: Alejandro de la Fuente
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no hay justicia que borre las huellas repudiable que este monstruo dejos en miles de niños, robo su inocencia y con ella todas sus esperanzas,e iluciones . dentro de las iglesias es donde ocurre las más grandes atrocidades con niños, y a sabiendas los grandes representantes las incubren, hasta llegan a premiar a los culpables, como el caso de Cesáreo, muchísimos más.
e El fundador de los Legionarios de Cristo(Maciel) fue otro monstruo que escapó al castigo terrenal . inconcebible . porque hubo muchos niños que fueron abusados por este demonio . Maciel tambien fue acusado ante papa Juan Pablo y tambien se hizo de la vista gorda. por estas fallas de la y otras incoherncias de la iglesia. Han perdido y seguirán perdiendo feligreses. No tienen perdón de Dios.
Definitivamente que estos y muchísimos horrorosos hechos más, nos hacen preguntarnos, el por qué los prelados de la Iglesia, no actuaron con prontitud y mano dura; porque estos casos produjeron mucho daño no solamente en los niños abusados y sus familias, sino en la Fe de muchas personas que como el que escribe este artículo, eran inmaduras en la Fe y simplemente seguían hombres y como esos hombres le fallaron, perdieron la fe y entraron en un tormentoso camino de inseguridades y negaciones.
A la jerarquía de la Iglesia todavía le falta recorrer mucho en asuntos de justicia de puertas para adentro, pero eso no quita que la doctrina es la que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo, que es al único que hay que seguir, los demás son aves de paso y que como simples mortales, y que a falta de una verdadera vida espiritual interior, están expuestos al vaiven de sus apetitos carnales y demás pecados capitales.
Por lo tanto don Eduardo y todos aquellos que se han visto afectados directa o indirectamente por estos repugnates hechos, que no busquen hombres, sino a Jesús quien es el camino, la verdad y la vida, y quien también permitió entre sus apóstoles a un ladrón y un traidor, porque de todo hay en la viña del Señor y como lo dice bien la parábola de la cizaña, los ángeles cegarán al final de los tiempos, por lo tanto en nuestra vida y caminar espiritual, tenemos que seguir luchando contra estos monstruos que hay afuera, pero que también residen dentro del corazón humano.
Saludos.