El Toboso de la geografía y de la historia queda en la provincia de Toledo, España. Pero el Toboso de los caballeros y de todos los quijotes de la tierra, está en cualquier parte al que el amor mire. Es mágico y ubicuo. Tiene las características del Paraíso, pero quienes volvieron por allí aseguran que es un lugar como cualquier otro de Castilla La Mancha. Por eso, Borges cuando una mujer lo expulsó de él, escribió: “Ya no es mágico el mundo, te han dejado…”. Y Neruda, especulando sobre el tiempo que cualquier enamorado emplea en recorrerlo, dijo en su poema XX: “Ya no la quiero es cierto pero tal vez la quiero/ es tan corto el amor y es tan largo el olvido.”
Dulcinea es la dama del Quijote, su “soberana y alta señora” a quien le dice en sus delirios: “El llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación ¡Oh bella ingrata mía! del modo que por tu causa quedo. Si gustares de acorrerme, tuyo soy, y sino haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte.”
Como Julieta y Romeo en la literatura inglesa, Helena y Paris en la griega, Beatriz y Dante en la italiana, Lotte y Werter en la alemana, Dulcinea y El Quijote representan, a un tiempo, la locura y la lucidez de la condición humana. Impelidos a ser uno, por las pulsiones de la muerte y de la vida, no tienen ninguna alternativa de sobrevivir que no sea la de verse como los ve la Divinidad. Locos —y trágicos— por un lado; y lúcidos —y benditos— por el otro, se pierden en sus hermosos paraísos terrenales.
Dulcinea del Toboso no amó, por cierto, a su Quijote, ni siquiera reparó en él. Ruda y lenguaraz no habría podido entenderse con su caballero de la triste figura. La labriega sudorosa y corpulenta, y el viejo y enjuto aventurero serían los rotos y los descosidos de los refranes. Uno tenía a la otra en la imaginación. La otra se tenía a sí misma y se bastaba. Uno se enamoró perdidamente. La otra ni siquiera se dio por aludida. El amor fue para los dos cosa distinta. Para el hidalgo, una hoguera inextinguible. Para la campesina, un fuego como tantos de la chacra.
Dulcinea, creación del Quijote, y Aldonza Lorenzo, creación de Cervantes, fueron para cada uno de ellos un ideal del amor, “una luna que no era espejo del pasado/ cristal de soledad, sol de agonías”. Cervantes, que perdió un brazo en la batalla de Lepanto, y su legendario personaje, que perdió la cabeza en la batalla de la vida, siguen repitiendo estas líneas de Borges y su trama: “… la dicha que me diste/ y me quitaste debe ser borrada/ lo que era todo tiene que ser nada …”.
Por: Jorge Alania Vera
OTROS ENLACES RECOMENDADOS POR PLAZA TOMADA
- El misterio de la Adelfa y las Bombas de Hiroshima y Nagasaki: ¿Una conexión mortal?
- Un café helado con un oso hormiguero. En recuerdo de Antonio Cisneros
- Penes de leyenda
- Manuel Acosta Ojeda: “No le tengo miedo a la muerte porque es inevitable”
- El Zorry Yangali y el Mustang
- Un recuerdo con Alicia Andrade, también conocida como ‘Doña Cañona’
- Nosotros los viejos, nosotros los acumuladores
Comenta aquí