En las comarcas de San Miguel gobierna la soberana del pollo bróster. Quedó huérfana cuando niña y la vida parecía en declive. Pero su don de gentes y mano bendita para la sazón la llevaron a tomar su corona y su destino. Esta es la historia de Angelita Hurtado, la reina del pollo bróster.
Lo primero que preparó fue mazamorra morada y arroz con leche. Bastante ricos, según ella. Se ríe mientras nos cuenta. No deja de atender a los clientes. Tratamos de sacarle declaraciones al paso en plena faena. Es un poco tímida al inicio. Ríe nuevamente, una risa nerviosilla.
Doña Angelita Hurtado comenzó a cocinar desde muy joven. Para ser una novata que tuvo que aprender a cocinar para salir adelante, todo bien, bastante bien. No tenía nada que envidiarles a otros postres de refinadas dulcerías de pomposo linaje y tradición.
Por entonces no sabía aún que lo suyo estaría en las artes de la cocina, y mucho menos lejos de los dulces y postres. Aunque primero vendía los postres de otro: “Yo antes vendía arroz con leche, mazamorra morada con una marca que se llama Mazamorras Vega. Yo era su vendedora; pero como yo vendía en la esquinita, antes había un casino por acá; entonces, en el transcurso de eso, el señor Vega ya no me traía. Un día me compré un carrito chiquito y comencé a vender yo misma mis propias mazamorras. Mi propio negocio. Y de ahí las chicas que trabajaban en el casino me preguntaba por qué no vendía comida. «Salimos de hambre», me decían. Así nació la idea y poco a poco avancé”.
Las noches de esas épocas aún eran frías sin el calor de su padre, muerto trágicamente años atrás cuando apenas estaba entrando a la adolescencia. Lima es una ciudad áspera y desoladora si uno no logra agarrarla por los cuernos. Te embiste sin piedad. Es más agresiva aún si tiene al frente a una joven muchacha que recién llegaba de Huánuco, huérfana y con muchas ganas de salir adelante; pero sin tener claro aún por dónde empezar. Ella, con empuje, buena gana y su don de ángel, habría de hacerle frente. Esa era Angelita, hoy dueña creadora y guardiana de la receta de unos los mejores pollos broaster callejeros de Lima.
Hasta ahora recuerda con cierta nostalgia que un día una tía le dijo: “mira cómo preparo estas cosas y aprenderás”. La tía de la que Angelita habla se dedicaba a vender broaster —o bróster— anticuchos, causas, de todo. Miró y aprendió. Ese día el camino se fue iluminando. De allí, poco a poco, llegaría la maestría. Así se hace la vida y su experiencia. Ahora, parada frente a un carrito que está caliente de tanto freír, acondicionado para preparar pollo bróster y papas fritas, le sigue dando batalla a los mandobles de la vida.
Un pollo bróster sin competencia
Angelita se ha convertido en el buque insignia de la comida al paso en la Urbanización Pando de San Miguel. Luego de caer el sol, una larga hilera de personas se va formando en busca de llegar a un carrito de acero inoxidable con estampados azules, estacionado en el portón de una vieja cochera. Desde allí emana el olor a pollito bróster como las notas del flautista de Hamelín, atrayendo hasta al más distraído transeúnte.
He probado innumerables pollos brósters en mi vida huariquera y apuros callejeros por algo rico y que llene el buche a buen precio. Pero el de doña Angelita puede llevarse el campeonato, la Libertadores y la Copa del Mundo. Tiene un crocante que resalta en la engrosada piel de las presas. La mezcla incluye avena, harina de trigo, chuño y algún secretito especia que vuelve la cobertura del pollo en crujiente galleta. No en vano para probarlo hacen cola vecinos del barrio, visitantes de distritos aledaños, huariqueros con alguna experiencia como nosotros, estudiantes que van saliendo de clases, enamorados de poco presupuesto, trabajadores en retirada, taxistas y mototaxistas al paso; en fin, todo aquel con ganas de aplacar el hambre y los caprichos. En la fila los mucachos del barrio van chacoteando y vacilan a la gente mientras el turno ansiado llega. Hay un ambiente de buena onda y fraternidad. Angelita no deja de sonreír a todos.
Al costado del puesto de Angelita hay una cabina de internet y al frente un centro comercial. A unos treinta metros los bodegueros ya están acostumbrados a tales colas. De alguna manera, el carrito de Angelita se ha vuelto una empresa ancla que atrae clientes, pues luego o mientras van por una gaseosa y algún chocolatito para el postre.
Nosotros pedimos parte pecho. Una gran sábana de pollo crocante colma el plato de plástico en el que lo sirven. Sobresale de los límites, es inmenso. Incluso es común pedir una porción para compartir, como hacen las parejitas. Aunque si el buen apetito apremia lo recomendable es lanzarse a la aventura de terminar uno entero. Abajo, en el fondo del táper, una porción de papas blancas fritas sostienen los sabores. Son unos bastones de corte grueso que hacen que la porción sea bastante contundente. Si quieres quedar más lleno aun, acá es común pedir también junto arroz blanco. Está bien graneadito y cae a pelo para sopar las abundantes cremas, que también merecen mención honrosa. Y a eso vamos…
La crema de la vida
La mayonesa, tártara, la aceituna, la ocopa y el ají son cada cual tan espesitas como la otro. Al tiro se nota su consistencia. Han sido preparadas con dedicación. Desde muy temprano.
“Todo comienza en la mañana que es para limpiar el pollo, lavarlo y dejarlo sazonado. De ahí, como tengo unos señores que me cortan la papa y me la pelan, ya al mediodía comienzo a hacer mis cremas para que al salir 6:30 o 7 pm ya esté todo fresquito y listo”, nos cuenta Angelita mientras sigue dándole a la freídora. El carrito está muy caliente. Por acercarnos a ver, nos metemos una buena quemada. Se ríe nuevamente. Ella ya no se quema. Al principio un poco. El oficio ya la curtió. Lleva más de once años en esto.
Para Angelita las cremas no son solo el complemento accesorio de su comida, son parte del alma de la fiesta, la fe de sus feligreses polleros. Por ello merecen especial dedicación cada día. No hay jornada en la que se libre de esta labor. Siempre con amor y buena cara. Seamos francos, ¿quién come su pollito broaster así a secas no más? Las cremas son condición sine qua non para que la experiencia sea plena.
UNA HISTORIA A PURA GARRA
Angelita ahora es un emblema de la comida en la callejera y nocturna en San Miguel. Acá no existen mesas ni sillas. La gente recibe sus poderosos pedidos y se instala en los muritos de la calle, usan autos como mesa, cualquier cosa que sea fija; otros con la maña que te da comer al paso solo necesitan apoyarse en una pared y entregarse a los placeres de un pollito jugoso. Angelita de rato en rato voltea y mira a su público disfrutando, esboza una sonrisa tímida y continúa con su labor. Prácticamente desde las 7 pm, en que empieza su ritual, hasta las 11 pm, en que se cierra el telón, no tiene para.
Ya no tiene por qué temerles a los serenazgos, pero hubo un tiempo en el que sí. Al inicio, mientras ella se abría camino, tenía que huir constantemente de la autoridad: implacable con los pobres, temerosa con los poderosos. La sacaban una y otra vez de las calles. Angelita ya tenía una hijita. Rendirse no era una opción.
“Aquí en San Miguel, a todos los ambulantes, así sean heladeros o lo que sean, venían y te arrancaban la carreta. Gracias a Dios a mí nunca me arrancaron. Será porque es fuego y se podían quemar; conmigo no chocaron en ese sentido, pero sí me venían a botar. Siempre me botaban. Un día salió un vecino y les dijo: «¿Qué cosa quieren, la señora no se va a prostituir, la señora está trabajando honradamente?». Uff, joven. Felizmente eso era anteriormente, con el alcalde Eduardo Bless que me dio permiso ya todo está más tranquilo. Ahora, por ejemplo, somos una asociación, antes los permisos eran independientes. Ahora así es más ordenado y tranquilo”, nos explica.
Angelita cara de ángel
Angelita tiene, como se dice y como está en su nombre, ángel. Es risueña, es amable, nunca parece estar enojada. Esa amabilidad la ha llevado a ser muy querida por todos en el barrio. «Hola Angelita», dice uno al paso. «Angelita, más tarde vengo», refiere otra vecina que está paseando a su perrito. Y ella responde con una sonrisa o con una broma. A varios clientes conoce por su nombre. En los tiempos actuales, donde la inseguridad y la tecnología de las comunicaciones a distancia ha vuelto el trato un tanto impersonal, Angelita, sin saberlo, es una gran revolución de amor.
Nos cuenta que todo lo hace por amor a sus hijos, a sus dos jóvenes hijos de los cuáles está orgullosa de sacar adelante gracias a la venta de sus pollitos bróster: “Tengo dos hijos. Mi hijita la mayor me ayudaba, pero ya no porque gracias a Dios terminó su carrera, tiene su hija, ya se ha comprometido; y mi otro hijo ya tiene 19 años, estudia en Huánuco. Se fue porque en la pandemia las cosas no eran fáciles. Tuve que irme allá porque no se podía trabajar acá. Él ya se quedó estudiando allá. Quise trasladarlo a Lima pero él no quiso. Está bien allá estudiando en Senati. A mi papá lo mataron en la selva los terroristas, entonces es algo triste. Quedé huérfana a los 13 años. Por eso yo les hablo a mis hijos para que tengan consciencia de las cosas, que valoren las oportunidades. Yo me saco el ancho por ellos. Si yo no tuviera mis hijos, ¿para quién trabajaría? Y gracias a Dios ya terminé con una, y me falta mi varoncito”
Angelita siempre mira al cielo, allá donde se pierden los humos provocadores de su freidora. Las marcas de sus manos curtidas delatan algunas antiguas quemaduras por el hirviente aceite. No le duelen. Todo pasa. El tiempo que cura todo lo que no tiene cura. Las noches frías. Las noches de calor húmedo. La recia neblina. Los taxistas insomnes. Los guachimanes en retirada a casa, con sus familias o algún cuarto solitario y sin ventanas. Ángela y su pollo bróster. Ella y su carrito abrasador son parte ya de esta escena de la noche de San Miguel. Mira arriba, como buscando a la divinidad, como tratando de encontrar entre las estrellas tenues y escasas del cielo limeño la mirada de papá, que le fue arrebatado. Allí es, en la inmensidad de Dios, en donde encuentra la fortaleza para seguir siendo, hasta que el de arriba lo decida, la indiscutida reina y soberana del pollo bróster de todo Lima.
DATOS IMPORTANTES
Dirección: En la cuadra 2 de la calle Mercedes Gallagher de Parks, Urb. Pando, San Miguel.
Medios de pago: Yape, Plin y efectivo
Precio: Pecho broaster: S/13.50
Horario: De lunes a sábados de 7 pm a 11 pm.
Lima, abril de 2023
Por: Eduardo Abusada Franco / Alejandro de la Fuente
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Honor al mérito real.ente muy agradable su pollo broster, altamente recomendable.
Soy un sibarita, iré a probarlo. 👍👍