La creencia popular asegura que cuando Emilia Montañez fue enterrada, a los 17 años, se tuvieron que usar dos nichos: uno para enterrar su cuerpo y el otro para encerrar a su alma, perteneciente ya al averno.
“Ya está pedido”. Es una frase que suele usarse cuando alguien fallece de súbito y ya había evadido a la parca con anterioridad. El escritor uruguayo Eduardo Galeano contaba en su libro Días y noches de amor y de guerra que dos veces estuvo a punto de morir, pero se salvó por un pelo, precisamente de la pelona. Decía en su crónica: “La muerte, que un par de veces me tomó y me soltó, a menudo me llama todavía y yo la mando a la puta madre que la parió.” Pero la terrible verdad es que de la muerte nadie se escapa. Tarde o temprano, su huesuda mano nos alcanzará. Galeano ya murió. Estaba pedido. Pero tuvo una vida plena.
Sin embargo, para algunos la parca no viene, sino que los espera. Acongojada y pensativa, aguarda el día en que la misma persona decidida ir a su encuentro. Como viejos amigos. Como Emilia Montañéz Torres, la bruja negra. Y es así como está esculpido en su lápida, en un frío nicho en el llamado ‘Pabellón de la Brujería’ del Cementerio Presbítero Maestro.
De Emilia conocemos pocos datos oficiales. Se sabe, eso sí, que murió con apenas 17 años. La leyenda urbana dice que practicaba la magia negra —la que busca hacer daño— desde que era una pre púber y en las noches sin luna convocaba a espíritus errantes en un tablero de ouija. Aseguran, aunque nadie lo ha visto, que las ánimas acudían a sus llamados y antes de ver su juventud marchitada, decidió marchar con ellas.
Desde luego, hay mucho de ficción en lo que se dice sobre Emilia Montañés. El punto de tales habladurías, sin duda, está en la terrorífica efigie de su lápida. Alguien esculpió en ella a la propia muerte, sentada y cortando una orquídea con su afilada guadaña. En ella la muerte lleva su túnica entreabierta, dejando ver su costillar abierto, sin corazón, con un detalle muy cuidado. Al igual el cráneo, que reposa pensativamente sobre los metatarsos de su mano derecha, tiene las comisuras finamente recreadas. El escenario de fondo es un atardecer bajo un cielo nublado.
¿Qué quiere decir que la parca esté esperando sentada y cortando flores? En el semblante de su calavera se ve cierta pesadumbre, incluso el escultor imprimió en la cara de hueso una sensación de aburrimiento. Parte del mito dice que ya de adolescente Emilia le había consagrado su alma al diablo, y por ello la parca espera eternamente el ánima que nunca llevará. Es apenas una versión. La incapacidad de respuestas exactas es lo que ha generado las leyendas de ultratumba, las cuales también aseguran que cuando Emilia fue enterrada se tuvieron que usar dos nichos: uno para enterrar su cuerpo y el otro para encerrar su alma, perteneciente ya al averno.
Más allá de la interpretación de la figura de la lápida, hay un detalle exacto, real. La firma del escultor. En una esquina, van grabados las iniciales y el apellido de Emilia. Se dice que la bruja se apoderó del alma del artista para que la haga de tan macabra manera.
Nadie sabe a realmente qué habrá querido transmitir Emilia. Aún su tumba es visitada por los curiosos y aficionados a la hechicería y la magia oscura. Suelen amanecer restos de cera negra, como impronta de rituales invocando al más allá, que los cuidantes tienen que limpiar una y otra vez. De ello sí podemos dar fe, pues en nuestras visitas para este libro hemos constatando las huellas del fuego y de las velas.
¿Alcanzó la parca a Emilia Montañez Torres? Quién sabe. Más acá terminamos, no es bueno desentrañar los misterios de una dama diabólica. Bien dice el refrán que más sabe el diablo por viejo, que por diablo.
Por: Eduardo Abusada Franco
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