A los 13 años, ese adolescente no era sólo un ladronzuelo. Era un maleante a toda regla. Fue de correccional en correccional hasta llegar a los reformatorios para delincuentes juveniles más complicados de los Estados Unidos. Tras atacar a otro joven lo llevaron a la penitenciaría de Elmwood. Allí lo fue a ver Constantine ‘Cus’ D’Amato. El chico, llamado Mike Tyson y criado en las candentes calles Broownsville, desconfiaba de aquel viejo hombre blanco. Sin embargo, ya la leyenda acompañaba a Cus, pues había sido mentor de grandes boxeadores como Floyd Patterson, quien llegó a campeón mundial de los pesos pesados.
En aquel primerísimo encuentro, tras verlo boxear, Cus le dijo al inexperto púgil que también sería el campeón del mundo de los pesos completos. Se lo aseguró. Fue una promesa. Con el tiempo empezó a entrenarlo. Lo alejó de las pandilla, las drogas y las mafias del box. Cus siempre estaba alerta a ello, y ponía su pecho para evitar que sus protegidos caigan en aquellas mafias que tanto daño hacían al deporte que amaba y a los luchadores.
Pero a Mike le agarró un especial cariño, quizás porque era su «hijo» más rebelde, el más difícil de criar, el díscolo. Al morir de cáncer la madre de Tyson, Cus, junto a su esposa Camila, adoptan a Mike y lo llevan a vivir con ellos. No tenían hijos naturales. Tyson diría en posteriores entrevistas que Cus fue la única imagen paterna que tuvo en su vida. Y, como tal, lo amó. Y Mike, tal vez, haya sido la única persona a la que Cus amó como a un hijo. Como a su propio hijo.
La disciplina e inspiración del viejo maestro logró que Tyson sea dos veces campeón olímpico. Le mostró la técnica del gran ‘Mano de Piedra’ Durán. También le dio a conocer a otros personajes que moldearían el pensamiento político de Tyson. Cus, hombre de izquierdas mundiales, era seguidor de figuras como el Che Guevara y Martin Luther King. Al paso de los años, la imagen de Guevara quedó literalmente tatuada en la golpeada y ruda piel de Tyson.
Pero no solo le enseñó sobre box y le mostró algunas de sus ideas políticas; sino que le mostró cómo enfrentar la vida, como vencerse a sí mismo. Uno mismo, el peor enemigo de todos, sobretodo para un adolescente realmente agresivo como lo fue Tyson. Alguna vez explicó D’Amato: «El miedo es como el fuego, si aprendes a manejarlo puedes hacerlo trabajar para vos, si lo dejas fuera de control te puede destruir a tí y a todo lo que te rodea. Como una bola de nieve encima de una colina, puedes agarrarla, pero si dejas que esa bola de nieve ruede hacia abajo, se va a ser tan grande que si la intentas parar, te aplastará. Así es el miedo y tenemos que entenderlo, mucha gente piensa que el miedo es algo de lo que tenemos que sentirnos avergonzados, yo les enseño a mis boxeadores que es algo normal y saludable».
Cus nunca llegó a ver a Mike convertirse en Campeón Mundial de los Pesos Completos. Murió antes de ello en 1985. Sin Cus en el mundo, nada ni nadie pudo ya someter la vorágine de fuerza, rabia y violencia conflictuada que era el carácter de Tyson. Solo la autoridad de la voz de Cus y la imagen que él encarnaba del padre que nunca tuvo el boxeador, podían apaciguar el volcán de su alma. Luego de ser campeón, su vida fue dando tumbos, lastimando a otros, acabando nuevamente preso.
Ahora Tyson es un hombre ya maduro. El vendaval de su alma está más calmado y el fuego parece controlado en brasas tibias. Hace obras sociales y ayuda a otros boxeadores, jóvenes y retirados. De hecho, es un experto en historia del box. Lee mucho sobre ello.
Padre no solo es el que engendra. Sino aquel que, como Cus D’amato, creyó en un chico al que el mundo lo daba como un delincuente que acabaría muerto a tiros o de sobredosis en alguna esquina. Porque eso hace un padre, sea natural o adoptivo, se la juega por ti, aunque el mundo entero diga que no tienes remedio. Aunque no seas de su misma carne. Pues existen vínculos más espesos que la sangre.
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