«No tenemos ahora un partido político como tal, como asociaciones de gente con ideales compartidos, sino que son ahora partidos con dueños. Entonces no buscan afinidades de principios, sino socios. Si quieres ser, por ende, un «militante» influyente, tienes que ser un socio mayoritario, ser mayor aportante. Como en una empresa. Esto, finalmente, es una inversión que buscan recuperar en el cargo o de otra forma. Los partidos son empresas que buscan asociados. No depende tu ascenso de tu carisma, conocimiento, capacidad para hacer política; sino de cuánta plata pones. Esto no tiene nada de Estado moderno. Es pre Estado-Nación, es semi feudal. Esto solo hace alentar la corrupción».
Lo citado son algunas ideas que anoté de un curso de Maestría en Historia en que reflexionábamos sobre la idea del Estado Nación moderno. Le sigo dando vueltas a la idea y, efectivamente, al momento actual, los partidos políticos como tales han desaparecido. A lo mucho son inscripciones electorales, con lo que cualquiera que pueda “comprar” la marca con inscripción puede postular, así sea el peor político posible. Y en muchos casos es aún peor: son organizaciones criminales para buscar manto legal o impunidad para los dueños de esos partidos y sus integrantes copando las instituciones del país para manejarlas de acuerdo a esos turbios fines.
De tal forma, el político profesional, entendido como el hombre/mujer consagrado a la causa del bien común desde la militancia, ha desaparecido en nuestro país. Veamos, una situación práctica. Para llegar a la cima de una organización que se dedica a alguna materia sustantiva, debes ser el más capo en esa materia. Por ejemplo, el decano de una Facultad, debe ser alguien con probidad y que domina mucho la materia de tal facultad. Alguien que haya producido literatura especializada o investigaciones sobre su ciencia. Sin embargo, para seguir tomando un ejemplo simple de la realidad, analicemos un famoso caso. El Sr. Joaquín Ramírez ocupó el altísimo cargo de Secretario General de un supuesto partido protagonista como es Fuerza Popular. Esto es el cargo administrativo-político más alto en un partido. Dejemos de lado un rato el hecho de que es investigado por lavado de activos y por la misma DEA de los Estados Unidos (que investiga a narcos internacionales) y han sido intervenidos sus millonarios bienes en una de las investigaciones por lavado de activos más grandes en la historia de este país (e incluso actualmente ha sido electo como alcalde de Cajamarca). Pongamos un rato al canto todo esa historia judicial y preguntémonos sobre su conocimiento de la política. Personalmente yo, que puedo decir sin ninguna soberbia que tengo muchas horas de lectura, jamás he leído un texto suyo sobre política. No le he leído siquiera algún ensayo, una publicación, al menos una columna con una reflexión teórica. Es decir, nada en que se vea su capacidad dentro de la materia que supuestamente se debate en un partido político: la reflexión sobre el Estado y la sociedad. Nada. ¿Cuál es su mérito? Pues volvemos al primer párrafo: el haber sido el financista millonario de Keiko. Ello le valió pues ser congresista y máxima autoridad del partido fujimorista. Es como que el entrenador Reynoso te ponga de capitán del equipo de futbol sin nunca haber jugado o demostrado juego, solo porque pusiste un billete fuerte.
Los ejemplos sobran. En la última campaña para las elecciones locales conocimos casos como el sucedido en San Juan de Miraflores con Roger Parra, del partido Podemos, quien pedía cupos para la lista de regidores. O veamos un caso de esta semana, el de Julio Gago, regidor de Lima por Renovación Nacional Popular. Él está investigado por pedir donaciones para gestionar encuentros con el alcalde; es decir, tráfico de influentes y por apropiarse de donaciones. Para variar, él fue miembro del partido fujimorista, el mismo de Joaquín Ramírez. Era cercano al entorno de Keiko Fujimori y fue hasta vocero de ese partido en el Congreso. De ese partido lo echaron, la propia Keiko pidió su suspensión. Con tales antecedentes fue reclutado en Renovación Popular. ¿Por qué era un gran político que contribuyó más a la fama de corrupto del partido fujimorista? Definitivamente, eso no parece probable. Otros «talentos» debe tener Gagó, hoy suspendido también de Renovación Popular en el Concejo de Lima por las denuncias en curso.
Esto es normal ya en el Perú. Ya no importa la militancia, tus conocimientos de política, sino cuánto aportas. Y pasa también en partidos “progresistas” o que creen serlo. Por ejemplo, los candidatos del Partido Morado fueron “invitados”, puestos a dedo. En mi distrito varios de ese grupo me comentaron su molestia con la forma en cómo se pusieron a sus candidatos. ¿Y la meritocracia que tanto pregonan? También lo vimos en el partido de Cerrón, que quiere aparentar ser “el basado”, el ducho en teoría política, la reencarnación de Lenin. Él y Castillo pusieron de ministro de Transportes a Juan Silva, actualmente prófugo. En una entrevista dijo que su capacidad para ser ministro de transportes se sustentaba en que él manejaba y tenía brevete. ¡Así está la cosa de jodida en la política peruana!
Llegar al cargo público alto, de cualquier forma, se ha vuelto una obsesión para muchos aventureros de la política. Gente que no puede distinguir entre las distintas categorías de democracia o la diferencia entre un Estado Unitario y uno Federado; gente que no tiene el más mínimo conocimiento teórico de política. Gente que no tiene la más tenue idea de que es una democracia representativa o una delegativa, que no entiende la diferencia entre poder constituyente y poder constituido. En suma, personas que no saben nada de política y mucho menos de las normas que deben regir el país. Y eso que no estamos hablando de moral, que el asunto se pone aún peor, si acaso ello es posible.
Lo dicho actualmente pasa en todos los partidos. No tienen escuelas de formación, ya no tienen ideólogos, sus líderes no producen literatura política. Es por ello que los partidos ahora son identificados con un dueño, con una persona específica —y no con un ideal—, como en una empresa, son partido-marca. Marcas personales para levantar la imagen de una persona, no de una propuesta de sociedad justa, como debería ser un real partido. Así tenemos que son identificados con el dueño: el partido de Acuña, el partido de Keiko, el partido de Cerrón, el partido de Porky, etc. Incluso varios tienen en su logo la letra del nombre del “dueño” del partido supuestamente solapada, como una marca: K (Keiko), R (Rafael López Aliaga), O (Ollanta), P (Pepe Luna), o la A de Acuña en Alianza para el Progreso. Esos son sus símbolos. No representan una comunidad de principios, sino que son el logo de una marca registrada, de un negocio… y también, con frecuencia, de mafias.
Aquel que pretenda hacer un real cambio en la política no debe tener solo como prioridad ser presidente. Al parecer, eso parece lograrlo cualquiera. Aquel que pueda formar un real partido con bases, con solidez de principios, cuadros en formación, militancia de base, etc., será el gran timonel de la política nacional. Basta recordar a Haya de la Torre, que sin llegar a la presidencia, manejó los hilos del política nacional y latinoamericana, pues supo crear lo que en su momento fue un partido de masas. De eso, hoy, queda otra cosa… cualquier cosa.
OTROS ENLACES RECOMENDADOS POR PLAZA TOMADA
- El pescado frito al carbón del Tío Candela: la historia del fuego
- Te llevas las flores buenas, Javier
- Las fibras ocultas del limeñismo: el ranfañote
- Las creencias superan a la verdad
- Terapias de conversión, terapias de odio
1 comentario en «Se acabó el partido político, empezó el negocio»