Alain Prost y Ayrton Senna sostuvieron el duelo y rivalidad más famoso de la Fórmula 1. Sin embargo, nunca se odiaron y hasta llegaron a ser amigos. Esta es su historia.
La historia ha tenido grandes rivalidades. Hitler y Stalin. El general estadounidense George Patton y el general inglés Bernard Montgomery. Batman y el Guasón. Maradona y Pelé. Ejemplos abundan, pero viendo hace un tiempo el documental ‘Senna. Sin miedo. Sin límites. Sin rival’, dirigido por Asif Kapadia, recordé un duelo titánico: el de Ayrton Senna, el chico genio de la Fórmula 1, contra el francés Alain Prost, metódico soberano de la velocidad.
Se enfrentaron tanto en las pistas como fuera de ellas. Prost era el más grande, llegó a ser cuatro veces campeón del mundo y su nombre estaba destinado a ser el más sonoro en el Olimpo de los autos de carreras; pero, como todo lo que es veloz, Ayrton emergió para llegar hasta el primer lugar. Como un rayo. Nada más que el primer lugar. Romper todas las marcas. Estoy seguro que de no haber muerto en Ímola (Italia), Senna habría superado también el número de títulos del francés.
Sin embargo, cuando se trata de grandes y verdaderos rivales, son eso: rivales y no enemigos. En el fondo se respetan, se admiran. La historia siempre enseña. Enemistado el general Santander con el mítico general Bolívar, estando ya retirado en Italia el primero, su criado fue sonriente con la «buena nueva» de que había muerto Bolívar. Siendo ya para ese entonces su enemigo consumado, Santander le dijo al impertinente criado: «Sólo un imbécil se alegraría por la muerte del general Bolívar». Ambos cruzaron juntos los Andes y se guardaban, luego de separados por la política, un secreto respeto.
Pero el duelo de la F1 puede tener un punto de inicio identificable. Específicamente en 1988, cuando Senna entra McLaren compartiendo equipo con Prost. “Dos soles no pueden brillar en el mismo cielo”, dijo San Martín al ya citado Bolívar en la entrevista de Guayaquil. Senna la tenía clara, sólo él podía ser el gallo del gallinero. El primer golpe fue en el Gran Premio de Portugal: el arrojo del brasileño hizo que cerrara al francés, obligándolo correr peligrosamente al lado de la cerca.
Los roces y pugnas siguieron en los años 80 y 90. Luego ambos también harían equipo en Williams. Con el tiempo, he llegado a creer que Prost le tenía miedo a Senna. Miedo al valor terrorífico con que hacía volar su monoplaza. De hecho, en pista con lluvia era cuando el brasileño era realmente imbatible. Si la pistaba estaba mojada, sacaba ventajas en la clasificación.
Como fuera, el talento de Senna era apreciado por todo aquel que ame los fierros, como Prost. Ya en Williams lo empezó a aconsejar, a querer ser su mentor. Senna era entonces el indiscutido soberano de las pistas… hasta su trágico accidente. Pero antes de ello, tras el retiro de Prost, se dio una verdadera amistad entre los astros del automovilismo.
«No sé si se puede decir que éramos amigos. Cuando estuvimos en el podio de Adelaida (1993), cambió completamente su manera de ser conmigo. Unos días más tarde, me llamó y también lo siguió haciendo en invierno (…) Puedo llamarlo amistad porque cuando hablas de tu carrera profesional y de tu vida privada, de tus preocupaciones y tus problemas… Siempre he dicho que sé algunas cosas que nunca compartiré. Nunca se las he contado a nadie, ni siquiera a mi familia porque era un secreto. Así que puedes decir que sí, en ese sentido, era un amigo. Pero nunca me vi con él con mucha frecuencia», confesó el francés en una entrevista.
Alain Prost, el viejo león frente al joven león, sintió la pérdida de su otrora rival y entonces amigo. Cargó su féretro en Brasil ante una hinchada atravesada por la tristeza. Hoy el Instituto Ayrton Senna, fundado por la propia leyenda, ayuda a miles niños con bajos recursos. Prost es parte del consejo directivo.
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