La salsa, qué duda cabe, es una música Latina. Sin embargo, muchos expertos en historia de la salsa sostienen que este ritmo, como lo conocemos, nace en los Estados Unidos, en la ‘ciudad de los rascacielos’. Pero no en Nueva York, sino en ‘Nueba Yol’, entre el sabor y calor de la comunidad latina de ese estado.
Fue en ese país, en una de las ciudades con mayor número de migrantes latinos, en Paterson, que nace un personaje destinado a ser una de las leyendas de la música, José Antonio Torresola Ruiz, conocido también como ‘el papá de la salsa’, ‘el tártaro de la salsa’ o simplemente Frankie Ruiz.
Su madre lo tuvo con apenas 15 años de edad. El padre lo abandonó siendo un recién nacido. Hilda Estrella —tal era su nombre— tuvo que hacer de padre y madre. Además de Frankie, fueron tres hijos más. Hilda junto con su madre —la abuela— los criaron a todos. Así, la imagen matriarcal y de la mujer corajuda se grabó en la conciencia del salsero desde muy pequeño.
Con tal ejemplo, Frankie desarrollaría con los años un amor incondicional a su madre. Para él, un tipo que aprendió a batirse en un mundo de hombres y de bravos, la palabra de su madre era ley. En 1974, ya estando en escalada de ascenso en el mundo musical, se muda con su madre y uno de sus hermanos a Puerto Rico, de donde es originaria su familia.
Otra vez la impronta de mamá marcaría los derroteros de su vida. Hilda también era cantante, además de bailarina de samba, chachachá, mambo y demás ritmos tropicales. Hacía un número en que bailaba con aros de fuego. La música le calentaba la sangre. Su oficio musical, instinto y olfato sabían del talento de Frankie y presagiaban las cimas que podía alcanzar. Le enseñó a cantar boleros desde muy niño junto a sus hermanos. El ritmo les venía en el espíritu. No en vano de casta le viene al galgo.
Como experta salsera, Hilda era muy aficionada a la orquesta La Solución e hizo lo imposible para que su talentoso hijo forme parte de ese grupo. En 1977 lo llevó a un concierto de esa agrupación en Maricao, en la kermesse de un colegio, y habló con el bajista y director de la orquesta Roberto Rivera, para que le den una chance. “Yo le dije que no se podía porque el nene no sabía los números de la Solución. Insistió tanto la señora que lo dejé treparse en los coros. Cuando yo lo escuché me gustó mucho el timbre y la tonalidad de su voz. Desde ese día se quedó con nosotros”, contó Rivera.
Así, Hilda volvería a manejar, para bien, los hilos del destino de su hijo y su talento. Conocía sus altos y bajos, sentía como suyas sus crestas y abismos. Ella, no solo por haberlo parido, sino por haberlo criado sola y con coraje, lo entendía más que nadie. Quizás el sexto sentido que se dice que tienen las mujeres y las madres fue lo que la empujó a influir otra vez sobre Frankie, esta vez en lo estrictamente musical. Fue ella quien lo convenció de cantar La Rueda, el tema que sería su divisa y lo consolidaría en la escena internacional, grabando para siempre su nombre entre las estrellas del firmamento mayor de la salsa.
Esa canción, La Rueda, era originalmente una ranchera. Pero aquel no era el problema, sino que ya la cantaba en salsa la enorme Celia Cruz. Frankie pensaba que jamás su versión podría superar a la interpretación de la mítica cubana. Hilda, quien para esas alturas ya parecía desentrañar previamente los enigmas del porvenir, presagiaba que esa canción estaba destinada para la voz de su hijo, sabía de antemano que sería su caballito de batalla. Se puso dura y convenció, o casi le ordenó a Frankie que cantara La Rueda… y así lo hizo. El resto es conocido. El tema pegó en los labios del ‘papá de la salsa’ y actualmente casi solo se conoce su versión. La canción lo colocó con pie firme entre las leyendas de la salsa.
De ahí en más en cada presentación, en cada concierto, La Rueda era el tema que más le solicitaban al ‘tártaro’. La gente pedía y Frankie cantaba. Estaba en su mejor momento con La Solución. Sin embargo, la vida tiene esas cosas que no entendemos, esos golpes que nos sacuden hasta los huesos, la felicidad que nunca es completa ni duradera. Por eso hay que disfrutarla mientras se le tiene.
Un sábado 8 de noviembre de 1980 Frankie Ruiz daba un concierto, cantando, como ya era habitual, La Rueda entre su repertorio. Al mismo tiempo dos autos hacían carreras ilegales en la carretera a Punta Arenas, Puerto Rico. Hilda iba en carro por la misma vía. Viti, el hermano menor de Frankie, estaba de copiloto. El choque fue frontal. De milagrosa manera, Viti, con apenas 14 años, salvó la vida; salió casi ileso. Algunas versiones dicen que por instinto de madre, Hilda cubrió el cuerpo de Viti para protegerlo. Ella no sobrevivió al impacto. Aquel fatídico día, de inesperada e inusitada manera, se apagó la vida de la matriarca de la familia. Y, a su vez, también se apagó simbólicamente la vida de Frankie. Fue el triste inicio de su final.
La noticia fue devastadora para el cantante. Era el hermano mayor, el más célebre, la estrella de la familia, el más duro; pero no lo pudo soportar. Nunca más se recuperó, pero siguió cantando. De pronto, interpretaba La Rueda, una vez, dos veces, tres veces, en la misma presentación. No se daba cuenta de la repetición. Alguna vez contó que cuando cantaba ese tema, luego de la muerte de su madre, la veía de repente entre el público. Con la mirada llena de cariño, orgullosa de su éxito, temblando por la emoción de su voz, y bailando… siempre bailando. Allí estaba mamá, la que lo cuidó y lo llevó de la mano cuando el mundo se lo ponía en contra. Mamá, la que le dio el pecho, llevó al colegio, peinó el cerquillo. Mamá, la que le enseñó a cantar, a saborear el ritmo, a vivir. La que le enseñó a ser Frankie Ruiz, el ‘papá de la salsa’. No te vayas, mamá. Me quedé solo, mamá.
Tras la tragedia es que el ‘tártaro’ caería en una espiral sin salida de drogas y alcohol. La vida se le fue a pique. Pasó cuatro años de cárcel. Pero aún conservó el talento con temas como Mi Libertad, que cantó tras salir de prisión. Hermosa canción que sigue siendo un himno para todos lo salseros y quienes alguna vez hayan pisado cana.
El hígado de Frankie no pudo soportar más tanto torrente de alcohol. Dejó de funcionar. Muere el domingo 9 de agosto de 1998 en Nueva Yersey, de cirrosis. Tenía solo 40 años de edad. Su cuerpo está enterrado en el Cementerio Fair Lawn Memorial de Paterson, y su alma, bailando y tocando los timbales, está junto su madre Hilda Estrella en algún lugar mejor, en la tierra sin mal.
Por: Eduardo Abusada Franco
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