Actualmente Gabriel Moreno, a quien llamo Gabo, como mi amigo que es, se encuentra investigando temas relacionados a la teoría política y social contemporánea. Le pedí una entrevista para reflexionar un poco sobre teoría política; puesto que los debates de política en el Perú, principalmente a través de redes sociales, son gran parte insultos y nada de debate en torno a los conceptos. Gabo conoce muy bien los conceptos, puesto que es Licenciado en Filosofía por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Magíster en Filosofía por la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia); y se encuentra realizando estudios de doctorado en ciencias sociales en la Universidad Nacional de General Sarmiento, en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (Argentina).
Como siempre, Gabo, es un gusto conversar contigo de estos temas. Cada vez que hablamos me das una clase de teoría política. Siento que los peruanos no hablan o no saben de política; sino que hablan solo de actos de corrupción. Esos temas deberían estar en las páginas policiales de los diarios, no en las de política. No hablan, por ejemplo, de los tipos de democracia que hay, de si hay un sistema presidencialista o parlamentario, de si es mejor un Estado Federado o uno Unitario. Solo hablan de que fulano recibió tal coima. ¿Crees que hay un debate político real en el peruano de a pie o, incluso, entre opinólogos y medios de prensa?
Hola Eduardo, muchas gracias por el espacio. Lo que mencionas me parece bastante interesante. Esto porque podemos encontrar un cuerpo de narrativas que moralizan la política y nos impiden ver los problemas estructurales como el tipo de sistema político más adecuado para nuestra realidad, como haces alusión; pero también las dinámicas de poder que constituyen a los actores, las instituciones y las estructuraciones sociales y políticas. El discurso en torno a la corrupción envuelve una respuesta moral que nos hace ver únicamente la bondad o maldad de las personas, que requiere un cambio estrictamente en el registro de la conciencia moral. A esta se le suma la dicotomía racional-irracional: la acción moral deberá responder a una racionalidad de tipo moral; y lo no fundado en esto quedaría en el campo de lo malo, lo pasional. Esto deja de lado unas dimensiones constitutivas de la política como los afectos, el lenguaje y el poder. Por ello que estas campañas por establecer un voto “informado” me parece insuficientes. Con esto no le quito mérito a los esfuerzos por más que estos sean deficientes.
Por cierto, ¿qué tipo de sistema tenemos actualmente: parlamentario, presidencialista o mixto? ¿Los puedes definir brevemente?
No sé si sea el indicado para responder a esta pregunta. Pero una reflexión sobre el sistema político debe presuponer algunas cuestiones: las formas en las cuales el capitalismo se ha desplegado en este momento histórico en América Latina, las dinámicas de identificación de los sujetos políticos, sus posicionamientos en este escenario. Creo que atendiendo a estos ejes podemos ver que se está pretendiendo instituir un sistema político de corte “anti-comunista” y con una marcada orientación neoliberal. Dentro del Estado, es el parlamento quien está cobrando mayor protagonismo. Sin embargo, con esto no podemos quitarle agencia al ejecutivo.
¿Crees que en el mundo actual hay una clara distinción entre derechas e izquierdas? ¿La diferencia está más entre las ideas culturales, los derechos o los sistemas económicos propuestos? Lo digo porque yo veo gente supuestamente de derecha siento estatistas y al revés, gente supuestamente de izquierda votando por agendas de la ultraderecha. Creo que esa división ya no se aplica actualmente el mundo post Guerra Fría.
La distinción entre derecha e izquierda que particularmente me parece interesante es la que plantea Norberto Bobbio entre una apuesta más igualitaria. Por ejemplo, en términos de derechos sociales y otra de corte no igualitario como los actuales discursos de la ultraderecha. Para este espacio todo lo que suponga igualdad implica atraso y un atentado contra la “libertad” individual. Sin embargo, es cierto que este sector re-articula para sí elementos colectivos como la familia y la tradición. Ejemplos como estos los podemos ver en López Aliaga, Keiko Fujimori en nuestro país o Bolsonaro en Brasil. No digo que sean fenómenos idénticos pero que sí conservan un aire de familia, para utilizar una expresión de Wittgenstein.
La Guerra Fría ha terminado, es cierto, pero de algún modo vivimos una reformulación en otros términos de la dicotomía amigo/enemigo o comunista/no-comunista. Personalmente correría un poco más adelante la historia y lo plantearía de esta forma: a principios de los ochenta, especialmente Europa y Estados Unidos vivieron la emergencia de unas narrativas que ponían un especial acento en el libre mercado, la necesidad de reducir el Estado, así como la lucha contra el golpeado enemigo comunista. A este núcleo duro le sucede un relato de final de la historia en los noventa. Acabada la Guerra Fría solo queda un mundo posible y necesario y es el que articula la política liberal y economía neoliberal. En esta declinación se instituyen formas más soft del neoliberalismo que abren paso a discursos multiculturales, de reconocimiento de otros derechos como los de la comunidad LGTBI, etcétera. En ese marco también se configura un ideal meritocrático y una visión del individuo como sujeto soberano que todo lo puede. Roto este marco en el siglo XXI se reformula el primer núcleo y emergen sujetos políticos con una orientación de crítica al “neoliberalismo progresista” (expresión de Nancy Fraser) o del consensualismo (al modo de Ranciere) a partir de una aparente denuncia a las élites económicas y estatales. Sin embargo, la culpa recae principalmente sobre los sectores precarizados. En el Perú vivimos esto a nuestro modo, primero con el Fujimorismo que articuló un discurso del libre mercado, “anti-estatal” en oposición al comunismo-terrorismo, y en los 2000 creo que emergieron otros matices donde se reformula el concepto de “democracia”. Este se expresa gruesamente en una defensa al “institucionalismo”. Ahora con Boluarte y el Parlamento vemos un intento por reformular las dos herencias porque se encuentran frente a una situación nueva. Creo que ciertas élites económicas y políticas peruanas están en esa búsqueda y en ese proceso nos están dejando un país en escombros.
Sobre la pregunta anterior, ¿crees que realmente exista un comunismo ahora, al menos en Perú? Yo siento que se usa más como un «fantasma» para asustar, un psicosocial. Dicen que los comunistas viven del Estado, que los supuestos «caviares» son comunistas por vivir del Estado, pero los partidos de derecha (y también de izquierda), meten igual un montón de consultorías y crean puestos de trabajo, recortando el sobre del sueldo incluso a sus trabajadores, y entonces todos viven del Estado, lo ven como botín.
Aquí podemos regresar al primer punto y es esa relación entre afectos, lenguaje y poder para dar luces sobre las relaciones político-sociales. Las identificaciones políticas se constituyen de modo relacional, creo que esto lo apuntó muy bien Ernesto Laclau. De esta forma la “nación”, para estas orientaciones, debe conformarse en oposición al “comunismo”. En este juego de oposiciones tenemos nombres y afectos: miedo, odio y resentimiento al comunismo, por ejemplo. Pero comunismo significa muchas cosas, va desde políticas públicas “ineficientes” hasta un ejercicio violento del poder. Pero a decir verdad la opción anticomunista en el país gana a la fuerza, se impone desde un sector tecnocrático, político y militar. Esto porque nosotros sabemos bien quién ganó las elecciones en el 2021.
Por cierto, ¿es posible definir lo que es un «caviar»? Cualquier cosa es un Caviar. Cerrón, de la supuesta «izquierda verdadera» tilda y echa la culpa a los caviares de cualquier cosa; pero la gente que se entiende está a la extrema derecha dice que los de izquierda son caviares. ¿En qué quedamos?
Sí, de acuerdo. Hay cierta pulsión reaccionaria en eso. Porque las lecturas que se obtienen son automáticas. Si tienes un rasgo que te identifique como caviar estás descartado y ahí se anula la posibilidad de ver con mayor complejidad las dimensiones de la política. Pero eso no deja de lado que se han conformado grupos como politólogos, políticos, empresarios autodenominados de “centro” que nos dan muy pocas pistas para pensar nuestra actualidad.
¿Actualmente estamos en una crisis política, o es el estado natural de la política peruana?
Creo que vivimos una crisis, incluso antes de la pandemia. Pero es cierto que la pandemia terminó de mover ese sistema político que se encontraba ya desajustado. Sin embargo, esta crisis nos permite de manera privilegiada conocernos mejor o por lo menos conocer las formas a partir de las cuales nos venimos organizando.
¿Cuáles crees que son las reformas políticas necesarias para que la cosa pública en Perú sea más llevadera?
Sinceramente no tendría una receta, pero sí pienso que es urgente replantearse algunas cosas. Me parece que el tema pendiente ahora es la distribución del poder en el Perú. No es una novedad la enorme concentración que existe en un pequeño sector de Lima. Creo que hay una necesidad de promover nuevos polos económicos y políticos en el país.
¿Políticamente, cómo se podría valorar el régimen de Dina Boluarte: democrático, dictatorial, autoritario, cívico-militar, etc.?
Respuesta. Sabemos que este régimen no se encuentra en ninguna de las definiciones sobe democracia. Estoy de acuerdo con la idea de lo cívico-militar.
Finalmente, por favor, podrías recomendar algunos libros o lecturas para entender de teoría política a alguien que desee empezar a aprender del tema, o quizas algún documental u otro material.
Con mucho gusto. Te voy a lanzar algunas lecturas que en particular me parecen interesantes: la Política de Aristóteles, El príncipe y los Discursos sobre la primera década de Tito Livio de Maquiavelo, el Tratado político de Spinoza, La ideología alemana de Marx y Engels, alguna antología de Antonio Gramsci, ya que los Cuadernos son muy voluminosos; La razón populista de Ernesto Laclau, El odio a la democracia de Jacques Ranciere, La política cultural de las emociones de Sara Ahmed; y ahora me encuentro revisando un debate pendiente sobre la democracia de Carlos Franco en Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina.
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