Víctor Carrasco Tineo, más conicido como el Rey Vico, es el fundador del Grupo Karicia y uno de los pioneros de la cumbia en el Perú. El Rey nos abrio las puertas de su castillo y nos contó sus difíciles comienzos en la música; habla de su amistad con el legendario Chacalón y cuenta lo que hay tras bastidores en un género musical que congrega multitudes. [Esta es una entrevista que encontré en mi archivo y fue publica en Trome en 2007]
Por: Eduardo Abusada Franco
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Vico, cuéntanos de tus inicios, ¿cómo empiezas en la cumbia?
Fue por una cuestión de necesidad. Éramos 11 hermanos y yo era el mayor. Mi padre era carpintero y mi madre tenía que lavar ropa. Ahí en el barrio de El Ermitaño no había luz ni pistas. Como no había nada que hacer en la noche, nos reuníamos con un muchacho que tocaba la guitarra y otro medio deforme que tocaba como timbales con latas de leche y me ponía a cantar. Entre juego y juego llegamos a oídos del director de un grupo de la barriada que se llamaba Hawai Quinto y me llamaron. Luego vi que de eso podía ayudar a mi familia.
Veo que viviste en carne propia el drama del provinciano del que hablan tus canciones…
Con decir que yo vivía en una casa prácticamente de esteras. Tenía que ayudar a mi mamá y aprendí a cocinar. Fui también canillita pero era un poco bravo porque cada uno tiene su zona y te botan. Después lustré zapatos y había también mucha competencia. Luego fui cobrador de micros y así me fui ganando la vida. Aparte también me pagaban mi bono cuando cantaba y se lo daba a mi mamá para la casa. Como no tenía plata para comprar los discos de 45 [vinilos de 45 rpm], copiaba en papel las letras de las canciones que pasaban en una radio a tubos que tenía.
En esto de la cumbia hay mucha amanecida y peligro, ¿qué decían tus padres?
Mi papá no quería que fuera músico. Decía «eso es para borrachos, mujeriegos y hay drogas». Yo para salir a cantar tenía que esperar que mi papá se durmiera. Mi mamá me decía “ya, hijo; ya está dormido, pero regresa antes de las 5”, porque mi papa siempre se despertaba a esa hora. Cuando llegaba me iba a mi cama de frente y mi papá me levantaba de boleto y cuando se iba a trabajar recién podía descansar. A veces llegaba después y mi papá me sacaba la mie…
¿Cómo fue el debut?
Cosa curiosa, a mi barrio bajaba Lorenzo Palacios, Chacalón y su hermano Chacal. Se conocían de La Parada con el director de Hawai Quinto, porque paraban buscando contratos con los reyes de la papa. Entonces Chacalón, y Chacal más todavía, ensayaban y cantaban con el grupo. Una vez nos contratan para un quinceañero. Yo aún era ayudante del grupo. Entonces Chacal no llegó y ya teníamos los equipos alquilados y en la fiesta no quisieron que cantemos sin él. De vuelta al barrio había otra fiesta y me dijeron “Chacalito —esa era mi chapa— canta tú”, y con 14 años fue mi debut oficial. Años más tarde forme Karicia en Huancayo.
Si te decían Chacalito, ¿quién te bautiza como Vico?
Ya cuando salió nuestra primera producción con el grupo Melodía en el disco decía “Canta Vico”. Le pregunto a mi compadre “oye, ¿quién es Vico?”, «tú pues, huevón», me dice. Yo no entendía por qué, fue cosa del productor. Pero ya estaba así y qué podía hacer. Han pasado los años y aún no le pregunto al director porqué me puso Vico. Supongo que será por mi nombre Víctor; pero nadie me pidió permiso. Un día le voy a preguntar [ríe].
Los Shapis fueron tus grandes «rivales», ¿no?
Para ellos todo ha sido suerte. La cumbia costeña es anterior a la chicha; ésta recién viene del 80 al 90. Cuando llegó a Lima yo era su sombra y la gente reclamaba un mano a mano y ellos no me lo querían dar. Hasta que se dio en el local Así es mi Tierra, que quedaba en la avenida México. Había que definir quién era el mejor. Eran dos escenarios frente a frente. Hubo una mano negra que quería taparme. Al final fueron dos fiestas con tremenda bronca. Supuestamente ganaron Los Shapis, pero al día siguiente en Radio Inca la gente llamaba y empezaron a votar. Y ahí quedamos como ganadores. Desde es día me dicen El Rey Vico.
Creo que con Julio Simeón, «Chapulín el Dulce», no te llevas bien…
Normal, yo soy amigo de todo el mundo. Digamos que es un tipo no muy leal. Él ha sabido marketearse, yo muy poco ando en la televisión. Nosotros somos anteriores a Los Shapis.
¿Existe eso de las mafias dentro de las productoras?
Mira, de existir eso de que te pongan piedras y trabas sí hay; pero de ahí a matar, eso no lo he visto. A veces te bajan las banderolas o te pegan encima los afiches, pero nunca he recibido amenazas de muerte, ni nada. O te boicotean la fiesta, se ponen a tocar al costado gratis o te mandan a la Policía para que te cierre el local. Cosas de ese tipo. El año pasado estuve en Argentina y no pasó nada.
Pero hay radios que piden dinero para poner tus temas o sacar los de otros…
Sí hay esa cuestión. De repente dueños de grupos que pagan a un programador para que no pase tal canción o lo “fondée”, como dicen; pero eso siempre ha habido, es inevitable. Pero eso de que hay mafias y que maten, nunca he visto.
Pero el productor José “el Cholo” Olaya es sospechoso de haber mandado matar a Carlos Chávez de Karicia de Argentina.
No te puedo afirmar, pero muchos comentan que fue él. Nunca lo llegué a conocer. Yo iba a viajar a Argentina a reclamar porque usaron el mismo nombre de mi grupo, pero mejor que no dije nada porque de repente me hubiera podido pasar algo [sonríe].
¿Cómo te afectó la tragedia del grupo Néctar?
Mira, todos somos artistas, viajamos y estamos expuestos a esta clase de accidentes. Esto para mí ha sido una muerte horrible que pudo pasarle a cualquiera. Es lamentable, algunos integrantes de ellos trabajaron conmigo mucho tiempo como Papita [Ricardo Hinostroza] y el animador Perico García. El mismo Johnny Orosco viene a ser mi primo por la familia de mi madre. Para mí ha sido un terrible accidente. Me han llamado para el homenaje, pero aún no está le fecha.
Dentro del ambiente de la cumbia se habla mucho de drogas y alcohol, ¿qué tanto hay de cierto?
Mira, te hablo por mí. De probar drogas, sí lo he hecho. Cuando era muchacho me la han ofrecido, pero a fin de cuentas no me llamó la atención. Ahora ni siquiera fumo porque me hace mal a la voz. Hay drogas, pero en la cumbia no tanto, más es en el ambiente de la salsa.
Pero también son mujeriegos. Con lo de Néctar ha salido más de una esposa a reclamar el mismo cuerpo.
Tú sabes que los muchachos paran de gira, van de un sitio o a otros, a diferentes países y ahí van conociendo gente. Ellos ya sabrán lo que hacen.
Lamentablemente algunos tampoco han aprovechado para invertir su dinero y lo han malgastado.
Esto de la música es esporádico, un día puedes estar bien y otro mal. Hay que saber pensar. Yo he visto a los músicos de los años 70 que luego no tenían nada. Entonces uno aprende a no cometer el mismo error. Luego vienen los hijos y hay que saber invertir en algo como la casita. Yo tengo la suerte de tener mi equipo de sonido propio y estudio de grabación.
Se llegó a hacer una película sobre tu vida, «El Rey», ¿qué tal la experiencia?
Yo pensé que estaban bromeando conmigo cuando me lo propusieron. No es solo mi historia, sino la de muchas personas que quieren surgir y que caen y siguen adelante. Ahí participa Bélgica Rodas. Al último, el personaje Perico queda como el Rey, pero de los pasteles y yo como el Rey de la cumbia.
Justamente se dijo que tuviste un romance con la llamativa Bélgica Rodas durante el rodaje, ¿pasó algo?
No, nada que ver. Fuimos amigos porque hemos compartido escenas. Además, Bélgica era bonita, pero creo que habían otras chicas más bonitas que eran con las que yo quería… [ríe]. Después ella se fue a Grecia creo y no la he vuelto a ver.
Hablaste de Chacalón, ¿cómo era él?
En el año 83 yo estuve con la promotora Marcahuasi y el finado Chacalón se ofrece para trabajar ahí. Él no sonaba aún, es la pura verdad, lo justo es lo justo. Nosotros sí llenábamos locales. Mi contrato con la promotora ya terminaba y me dijeron que toque con Chacalón y acepté. Aunque no sonaba, tenía buenos temas, le faltaba promoción. Prácticamente yo le di la mano con la promotora. Ya luego los periódicos han exagerado todo. Por ejemplo, antes nadie hablaba de Néctar.
¿De qué hablaron la última vez que se vieron?
Te cuento una anécdota. Una vez tocábamos en un cine en Ciudad de Dios. Llegamos temprano y ahí estaba Chacalón. “Hola tío”, me dijo a pesar de que era mayor que yo. Me preguntó si nos podíamos tomar una cervecita juntos. Me pareció rarísimo porque el no tomaba porque estaba mal. Estaba con sus guardaespaldas y yo con los míos. Me dijo “seco y volteado, raspado”. Y tomamos seco y empezaban los sapos a rodearnos. Luego de un par de chelas subió al escenario. Al poco tiempo murió, yo creo que quería despedirse de mí.
Por: Eduardo Abusada Franco
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