La proeza de Lhakpa Sherpa, la primera mujer en coronar 10 veces el Everest.
Hace dos años llegué a la cima de un volcán de 6,075 metros sobre el nivel del mar. Por encima de los 5,500 a mí, el asunto se me hizo inhumano. Al llegar a los 6 mil, cada paso era como caminar 100 metros más. A 20 metros de la cima ya quería tirar la toalla. Pero solo a mi vista, a tiro de piedra, en esa distancia aparentemente corta en metros, más inabarcable en energía, estaba la cima del mundo. Llegué, casi se podía tocar el cielo.
Creía entonces que 6,075 metros de altura era el techo de todo cuando existía sobre el planeta. Evidentemente era solo mi sentir, pero no la verdad exacta. Concretamente, el pico de todo lo que es tierra está a los 8,848.86 metros sobre el nivel del mar. Exactamente 2,789.86 metros más de lo que yo subí. Es la cumbre del Monte Everest, en la subcordillera Mahalangur Himal de los Himalayas, en el Nepal.
Si casi se me va la vida en la aventura que tuve, no puedo imaginar que un hombre pueda llegar los más de 8,840 del Everest. Pero hay gente —súper humanos— que lo hacen. En la cultura sherpa y en lenguaje tibetano al Everest se le llama “Chomolungma”. Significa algo como “Diosa madre” o “Madre de la tierra”. Esa montaña es una mujer. Sin embargo, ninguna mujer mortal había logrado llegar a tal altura hasta la década de los 90.
Lo hizo Pasang Lhamu Sherpa el 22 de abril de 1993. A pesar de su hazaña, la montaña desató su furia. En el descenso su grupo quedó atrapado en el mal tiempo. Las tormentas de nieve evitaron que los equipos de rescate lleguen a tiempo. El oxígeno se agotó. El frío no tenía piedad. Pasang Lhamu Sherpa no pudo bajar con vida del Everest. Su vida se quedó arriba, en los cielos, literal y simbólicamente. En las alturas que anheló conquistar.
Fue así que Pasang Lhamu Sherpa se convirtió en una heroína para el Nepal y para su pueblo, los Sherpa. Una comunidad pobre, qué básicamente se dedica a la cría de yaks, cultivo de autosubsistencia y ser guías de montaña. Todos se apellidan igual: Sherpa. Las mujeres allí son analfabetas, no van al colegio. El horizonte de su vida es atender a sus esposos. Pasang Lhamu desafió ese orden y se hizo un ejemplo para muchas mujeres nepalís, entre ellas Lhakpa Sherpa.
Lhakpa, desde niña, fue rebelde y se escapaba a trepar las montañas. Eran su lugar de nacimiento, su agua y su tierra, el lugar donde era feliz. La gente decía que no se podía, que ninguna mujer lo había conseguido; que la inmensa Pasang Lhamu había muerto en el intento; que es cosa de hombres; de gente con dinero que puede pagar las expediciones y ella era pobre. Pero Lhakpa era un torrente de energía y decisión, una fuerza de la naturaleza.
La gente normalmente va escalando de a pocos montañas menores. Ella se fue de frente a la caza del Everest. No solo una vez, sino diez, a la cima más alta del mundo. No solo fue la primera mujer en llegar la cima y bajar con vida, sino que ¡coronó 10 veces el Everest, el récord mundial para una mujer! Se enfrentó a costumbres machistas, a la pobreza, a un marido brutal, a la discriminación. Siempre con una sonrisa, porque arriba, desde donde miran los dioses, era feliz. Y lo logró, fue feliz. Es feliz, pese a todo.
En Netflix se estrenó el documental La reina de montaña. Lhakpa Sherpa y la cumbre del Everest, que cuenta la proeza de esta mujer simple pero imparable. Lo vi y me resultó inspirador. Se los recomiendo. Muchas cosas son imposibles, no caeré en la filosofía barata de que “querer es poder”; pero también hay varias cosas que parecen imposibles y se logran a través de un poder irrefrenable que se esconde en alguna parte de nuestro ser. Cada quien debe descubrir ese poder dentro suyo.
}Por: Eduardo Abusada Franco
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