1.
Dos bancas antes donde me había instalado esa mañana, el hombre estaba sentado mirando absorto la nada. La sala de espera del servicio de salud de Surquillo se había quedado ya casi vacía. Entonces lo abordé y Carlos Germán Belli, con esa generosidad de hombre inmenso, resolvió todas mis curiosidades. Que estaba resolviendo un asunto muy personal, que había salido a caminar muy temprano y que los médicos de aquel lugar le habían llamado su atención y estaba esperando y pensando para comprobar si estaba gozando de buena salud. En esos años yo era un estudiante de literatura y el poeta Belli me había sorprendido con su texto iluminado “Eguren, el recóndito”. Era 1980 y con ocasión de haber sido incorporado a la Academia Peruana de la Lengua, pronunció aquel discurso magistral.
Y hace un par de días en Lima, Carlos Germán Belli lucía igual que esa mañana. Y llegó a la librería Sur y traía bajo el brazo un nuevo libro Entre cielo y suelo, un conjunto de poemas que consolidaba ese arte clásico de su vanguardia que es su estilo intangible. Y el poeta ya tiene 91 años y su lucidez es un don de su majestuosidad, aquella que él sigue manejando de manera sutil y recato. Y entonces dijo lo que uno conoce y no deja de admirar, que es hombre interesado en las vanguardias y eso es fundamental para que hoy no le digan poeta decimonónico.
Entre cielo y suelo nos muestra a un Belli siempre fiel a su denodada búsqueda del reino interior, no conoce altibajos, cosa rara en el mundo artístico. Belli así escribe con su habitual vigor, gracias al pleno dominio de su arcaizante e inimitable retórica, la cual los hace del todo convincentes y propicia la fe del poeta, tal una imprescindible medicina, en los efectos benéficos de la poesía en su doble y complementario ejercicio de la escritura y la lectura. Pero Belli, que luce lúcido, sonriente y animado, cuenta que hace tiempo que no escribe poemas. Que solo lee en estos tiempos y que nada lo motiva aunque ahí tienes sus lápices y cuadernos.
Cuando uno lee a Belli confirma que sabe está frente a un escritor clásico de clásicos, que ha dominado desde siempre el endecasílabo y el esmero por las estrofas pulcras y logradas. Así, demuestra que tiene fondo y sustancia y se entiende que hay en él un natural acto de fe, que viene básicamente del amor, de la religión y por cierto, de su convicción en y por la poesía.
2.
La primera memoria de Belli es su infancia tan extraña en Ámsterdam. Su padre era el cónsul peruano y aquellos pasajes de la vida diplomática limaron su asombro con el mundo, su inocencia. Y creció luego con una infancia universal en el Colegio Italiano de Lima donde se hizo de lecturas y de una imaginación en los espacios de la maravilla. Luego la universidad de San Marcos. Su encuentro con el otro Perú mágico.
Uno de sus primeros oficios públicos fue cuando ingresó al diario El Comercio donde escribió a gusto y desarrolló una amplia serie de crónicas de viajes y, después que se hizo mayor, se hizo de otras labores. Así fue que configuró su espacio privado cuando fue ajeno. Era amanuense del Senado peruano, copiando las actas de los diputados. Pero su quehacer principal era la lecturas, todas las lecturas.
Amigas de la Biblioteca Nacional de la Av. Abancay recuerdan cómo Carlos Germán era de esos investigadores incansables que se internaban en los pliegues de los libros y tenían que recordarle que había que cerrar y que se vaya a casa. Y así lo recordaba Belli: “Soy un lector de poesía de biblioteca pública y eso requiere una cierta soledad. Trabajé muchos años en el Senado de Lima, que estaba al lado de la Biblioteca Nacional, y pasé muchas horas allí entre los clásicos de los volúmenes de Ribadeneyra”.
Hace un tiempo, Enrique Planas le había preguntado que escribió «¡Oh Hada Cibernética!» en 1961, cuando la tecnología no había invadido la vida cotidiana como hoy. Y Carlos Germán Belli le respondió respecto si su poema fue premonitorio que se había adelantado al tiempo: “En ese poema hablaba de las computadoras cuando en ese momento solo disponíamos de máquinas de escribir. Qué diferencia con nuestro tiempo, con el auge de la cibernética. Recuerdo que antes de escribirlo había leído un despacho cablegráfico de Londres, en que hablaban de una futura evolución laboral en virtud de la tecnología. Allí descubrí la palabra «cibernética». Eran tiempos en que me veía obligado a trabajar en dos lugares diferentes para ganarme la vida y abracé entonces la idea de que la nueva tecnología iba a liberarnos del trabajo, de la coyunda laboral [soga con la que se uncen los bueyes al yugo]«.
3.
Carlos Germán Belli publica poesía desde 1958 y tiene medio centenar de libro entre originales, antologías, ediciones ampliadas y traducciones. Así, con seguridad es el poeta peruano vivo más celebrado en el Perú y en el mundo, con una profusa obra publicada y que goza del consenso de los lectores y críticos a pesar de que no es un escritor de fácil lectura. Y sorprende en estas épocas que su obra sea admirada por propios y ajenos a pesar que uno descubre que se trata de poesía añeja donde hay un matrimonio con el uso de un meticuloso trabajo con el habla popular y la redención de antiguas estructuras de formas estróficas como la sextina, la balada y la villanela, por decir lo menos. Cierto, eso lo hace único.
Citaré un ejemplo, su conocido Poema: “Nuestro amor no está en nuestros respectivos / y castos genitales, nuestro amor / tampoco en nuestra boca, ni en las manos: / todo nuestro amor guárdase con palpito / bajo la sangre pura de los ojos. / Mi amor, tu amor esperan que la muerte / se robe los huesos, el diente y la uña, / esperan que en el valle solamente / tus ojos y mis ojos queden juntos, / mirándose ya fuera de sus órbitas, / más bien como dos astros, como uno”. Es pues un poema de amor intenso y magistral que invita a leerlo una y otra vez porque en la complejidad de la estructura uno encuentra claridad sosiego. Y aquello lo hace un ser perdurable que ha vivido como un ser humano con ternuras y esperanzas y jamás claudicó en esa riqueza interior de su estilo.
El privilegio de nosotros es vivir como él, en este tiempo y en esta densidad de la existencia. Por ello sorprende que Belli, en el fondo solo trate de los asuntos sencillos del acto amoroso, de sus amigos y de su familia. Revisando su obra uno solo encuentra entre su visión muy particular del ejercicio de la escritura y la lectura, al recuerdo de sus seres queridos —su familia tan cara a toda su obra— y aquellos contemporáneos suyos que ya no lo acompañan pero que habitan en él como influencia y memoria viva. Acaso los poetas Washington Delgado, Eielson o Sologuren. Acaso aquello que me contó en una entrevista de 1996 en “Panorama”, que estaba pendiente a su preocupación formal en Vallejo y Eguren, pero que insistía en estudiar a Adán y a Westphalen. Que en estos dos últimos de repente habita el misterio de su estilo, la tradición y la modernidad.
4.
De su último libro Entre cielo y suelo Point de Lunettes. (Col. Los abisos de Point; 1). Sevilla. 2016, se compendia en sus varias larguras la esencial dicotomía de la existencia humana y se recogen veinte poemas de muy parecida extensión e idéntica estructura, donde los temas más entrañables que reaparecen con su habitual vigor, gracias al pleno dominio de su arcaizante e inimitable retórica. Francisco José Cruz, crítico del poeta advierte que en una parte del libro: “que leer y escribir nos iluminan / de la cuna a la tumba por entero, y así restaurar el desgaste vil”. Cierto, causado por los inmisericordes estragos del tiempo. De este modo, en “Tiziano y Chagall pintando cuando viejos”, Belli encomia la actividad creativa de ambos pintores en su ancianidad e implícitamente se reconoce en ellos, puesto “que no obstante los años transcurridos / la juventud maquinalmente torna / por la eternidad de las bellas artes”. En este sentido, la obra de madurez de Carlos Germán Belli, al mostrarnos la cara plácida de la vejez, corrige, al menos en parte, la visión negativa que nos da de ella nuestra tradición poética, con especial hincapié en la corriente barroca, tan nutricia, sin embargo, para nuestro poeta en tantos aspectos.
Mario Vargas Llosa, que es su discípulo, no tranza en hablar de Belli. De su poesía que es difícil, melodramática, de un narcisismo negro, impregnada de extraño humor, cáustica y cultísima. Entonces afirma: “Su poesía está hecha de inconcebibles aleaciones: la métrica del Siglo de Oro y la jerga callejera de Lima, la sinrazón y el lujo del surrealismo y la sordidez de la vida de la clase media de una sociedad del tercer mundo, la nostalgia y el sueño de un existencia pletórica que se hace trizas al estrellarse diariamente con el desmentido de la experiencia y que, tercamente, se rehace por obra del deseo y de la imaginación para despedazarse otra vez, al primer choque con el fatídico principio de realidad.”
Belli está vigoroso de poesía y de vida. Lúcido y ferviente devoto de su apasionamiento por la poesía clásica que no ha sido óbice para construir una poética a partir de una realidad contemporánea y actual. Cómo no saludar a este hombre que ha dedicado su vida a la poesía, a practicar el bien y a celebrar el alma humana tan olvidada por los avatares de estos días. Belli el hermano mayor, este que quiere a los poetas jóvenes, aquel de que le escribió un texto al poeta Yulino Dávila, Monasterio de palabras: “Dávila logra cuajar una escritura poética ultramoderna, que gracias a su peculiar pluma es homogénea, enjundiosa y hermética”. Esa es la generosidad de un peruano que con sus obras nos enseña a ser humanos y fraternos.
Y hace unos días, a raíz de la muerte del poeta José Ruiz Rosas, Carlos Germán Belli se pronunció en un diario local destacando el espíritu literario entroncado con la gran tradición del idioma y por sus virtudes como la bondad, del maestro Pepe: “Lo recordaré como un gran poeta. Pepe fue mi amigo. Incluso, le dediqué el poema ‘Fe de oyente y de lector’, en que le expresé mi estima”, dijo con cierta nostalgia y cuando partía a dar el pésame a sus deudos. Así es Belli, familiar y sereno, marchando invicto a la edén de la poesía total.
Por: ESTA ES UNA CRÓNICA DE ELOY JAÚREGUI QUE HEMOS TOMADO DE SU ARCHIVO. EL POETA BELLI FALLECIÓ EL PASADO 10 DE AGOSTO DE 2024.
POEMAS DE CARLOS GERMÁN BELLI
De su libro Entre cielo y suelo.
A MI MADRE FARMACÉUTICA
Suprema descendiente, oh madre mía,
eres de los mayores alquimistas,
porque temprano fuiste farmacéutica,
que así la vida humana prolongaste
en virtud de tu ciencia en ti divina,
y en fin menos dolor y más salud,
por donde tú anduviste
de continente a otro continente
preparando tu gran farmacopea
como para escudar
con un medicamento al mundo entero.
Dotada con el don de la sapiencia,
con el cual tu existir iluminaste
de la cuna a la tumba día a día,
colocándolo en el central paraje
de la galaxia en donde radicabas,
que la tornaste en clara estrella fija,
y por cierto también
pensaste en los queridos seres tuyos,
a quienes elevaste con tus luces,
desde el terrenal suelo
hasta el cielo a la mano por ti solo.
El amor filial todopoderoso
y el materno dechado similar
allí entre tantas perfecciones tuyas,
que por tu madre fuiste cumbre humana,
y por mi padre igual, tu amado esposo,
y tus hijos, tus seres entrañables,
pues gracias a ti todos
disfrutamos el sumo sentimiento,
palpitante en los átomos de uno,
y por ello pasamos
como bajo un escudo por el mundo.
Canción, sin duda alguna,
por mi madre te encuentras aquí ahora,
y por ti ella renace
con sus mil atributos plenamente,
y yo y tú y ella juntos
por siempre en este espacio terrenal.
A LA MEMORIA DE MI HIJA MARIELLA
Eres el sol que en nuestra casa brilla
en tu perpetuo estado terrenal,
bella e inteligente tú no más,
con la beldad de tu semblante único
y esas tus mientes que entran en el mundo,
que tu faz y tu mente soberanas
son entre cielo y suelo,
porque estos dones nunca se presentan
juntos ante la vista general
tal si fuera muchísimo
fulgor para los ojos del humano,
ue mente acá y beldad allá por siempre.
Cultivas el amor de Eva y Adán,
y por igual el de hija y el de madre,
he aquí tu corazón latiendo ahora
en uno y otro punto cardinal,
como probando de que es infinita
esta visible fuerza del espíritu,
que a cada cual nos une,
y acompañados por la vida vamos,
exactamente como tú, Mariella,
tal madre, hija y esposa
no obstante tu edad terrenal no larga,
¡ejemplo de amor dejas tras de sí!
Estás en la memoria de los tuyos
como recuerdo fiel que no se borra,
sin duda lo mejor de ti por cierto
seso y beldad allí muy juntamente
hasta ser una sola cosa siempre
bajo el estado del variado amor,
que estas palabras mías
están demás del todo ahora aquí,
porque entre cielo y suelo terrenales
tus dones palpitando,
como en el grato ayer cuando tú estabas,
hoy igual y también mañana. Amén.
Canción, he aquí por fin
beldad y mientes juntas bajo el cielo,
indivisiblemente,
por primera vez en el vasto mundo,
ambos lustres brillando
al unísono por doquier ahora.
EL ALMA Y ORIÓN
En la edad prolongada al fin se yergue
todo un largo camino de palabras
desde el terrenal mundo acá creado
a los astros de la celeste bóveda,
que lo uno y lo otro conectados quedan
por vez primera y por siempre ya,
en el sumo universo,
justo como la palma de la mano
para estrecharla qué efusivamente
mañana, tarde, noche,
lo cual en buen romance significa
que esta alma oriunda de la baja Tierra
con alto Orión es una sola cosa.
Pero en honor a la verdad confieso
que las palabras en la mente yacen
y ni un instante salen hacia el cielo,
en pos del reino sideral ignoto,
que son un pensamiento inamovible,
encaminado a las alturas máximas,
paradójicamente
no en la grey toda, sino en solo uno,
y además solitario para siempre,
que en vigilia y en sueño
con uña y dientes piensa muy fielmente
en esa Vía Láctea nunca oscura,
como el Edén de la infinita vida.
Pues sea como fuere el ir a Orión,
acá y allá lo unimos con palabras
que directas van a posarse raudas
en cada astro en el firmamento fijo,
en donde proliferan cien mil veces,
tal una y otra constelación clara,
y el reino interior próximo
ya no está codo a codo nunca más,
y en cambio todo el éter infinito
en primer plano acá,
que justamente allí empieza la vida
después del auroral materno claustro,
y astro a astro enseguida escudriñarlos.
SEGREGACIÓN N°1
Por Carlos Germán Belli
(A modo de un pintor primitivo culto)
Yo, mamá, mis dos hermanos
y muchos peruanitos
abrimos un hueco hondo, hondo
donde nos guarecemos,
porque arriba todo tiene dueño,
todo está cerrado con llave,
sellado firmemente,
porque arriba todo tiene reserva:
la sombra del árbol, las flores,
los frutos, el techo, las ruedas,
el agua, los lápices,
y optamos por hundirnos
en el fondo de la tierra,
más abajo que nunca,
lejos muy lejos de los jefes,
hoy domingo,
lejos muy lejos de los dueños,
entre las patas de los animalitos,
porque arriba
hay algunos que manejan todo,
que escriben, que cantan, que bailan,
que hablan hermosamente,
y nosotros rojos de vergüenza,
tan sólo deseamos desaparecer
en pedacitititos.
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