Muchos se enamoraron en sus mesas, otros dejaron de amarse en sus salones, y hubo quienes lloraron en sus parqueos, a media luz, escondidos en sus autos. Sus televisores transmitieron mundiales de fútbol con Perú en la cancha, elecciones presidenciales y golpes de Estado. Y es que muchísimos conocieron alguna vez el Tip Top, el primer y más antiguo restaurante de comida rápida de Lima.
por RODRIGO JÁUREGUI
[El viejo Ford avanza por la avenida Arenales rumbo a Lince. Tiene la pintura carcomida, los faros no funcionan, y el atronador sonido del motor hace insoportable el viaje. De pronto, detiene su marcha en el estacionamiento del Tip Top, tradicional restaurante limeño con más de cincuenta años de vida. El conductor enciende la radio y sintoniza con dificultad ‘Rock Around the Clock’ de Bill Halley. Un mozo se acerca, engancha una bandeja a mitad de la ventana y el tiempo retrocede.]
En el Tip Top uno se siente como John Travolta en Pulp Fiction o Fonzie en Días felices. Es el único local de comida rápida en la ciudad donde los pedidos son llevados al carro y que conserva el estilo de una época pasada.
Inicios
Comenzaban los apachurrantes años cincuenta. La gente iba por las calles con sombrero, saco y corbata. Época de las grandes big bands, los cines de una sola sala y tres funciones al día, el hotel Bolívar, tranvías, el hipódromo de San Felipe y el gobierno de Manuel Odría. Grandes cambios sacudían el mundo. El hombre conquistaba el espacio, todos sucumbían ante El Rey Elvis Presley, un joven y fornido Marlon Brando irrumpía en el cine, y el twist ganaba cada día más adeptos.
Fue entonces cuando los esposos Carlos Bracale y María Inés Delgado decidieron poner en Lima un negocio distinto de los demás. En 1953, luego de un buen viaje por el mundo, montaron el primer restaurante de comida rápida con atención al auto. Como creían que debía llevar un nombre atractivo y gracioso, escogieron Tip Top.
Dejemos que la historia la cuenten quienes la han vivido. Doña Teresa Bracale es la actual gerente de marketing del local [NOTA: esta crónica fue realizada en 2009]. Hija de los fundadores, su vida está íntimamente vinculada a la del restaurante. Ella y sus cinco hermanos —Polo, Félix, Ricardo, Ana María y David— han trabajado para que la empresa siga adelante. Aunque pasaron momentos duros, siempre continuaron el camino de sus padres. Por eso han debido sufrir todas y cada una de las duras crisis económicas del país, que de tantas se han convertido ya en parte del statu quo. Incluso descartaron varias ofertas para vender el negocio.
“El local empezó ofreciendo helados y postres. Tampoco contábamos con el salón. Todo se llevaba al carro. Con el transcurrir del tiempo incluimos hamburguesas y otros platos en nuestra carta, que conservan hasta ahora el mismo sabor”, recuerda la gerente. Es cierto: la mayoría de sus clientes asegura que la Tiptorella, el Kilométrico y los incomparables Milkshakes son los mismos que probaron desde niños. “Nosotros combinamos la comida rápida con sabores nacionales. Nuestros chefs se han esforzado para que nuestros platillos tengan este sabor particular de la sazón peruana”, explica doña Teresa.
Con el tiempo los Bracale inauguraron más locales, unos con mayor suerte que otros. Pero el de la cuadra 24 de la avenida Arenales es el preferido de todos y sigue funcionando, tal como hace más de medio siglo.
¿Quién no ha venido al Tip Top?
[Un mozo se acerca a tomar el pedido. El chofer alcanza a cambiar de emisora radial. La señal no es buena, pero se llega a escuchar “El último beso” en la versión de Los Doltons. “Íbamos los dos, al anochecer, oscurecía y no podía ver. Yo manejaba, iba a más de 100, prendí las luces para leer.”]
A Francisco Fernández le gusta que lo llamen Pancho. Lleva más de cuarenta años como mesero en el local y le ha tocado atender a toda clase de celebridades; incluso ha sido “Mozo Presidencial”. “Yo he tenido la buena suerte de atender a presidentes, afamados deportistas, cantantes. Muchos han sido nuestros clientes”, asegura.
Es una mañana de un domingo cualquiera. Faltan aún dos horas para el mediodía y el “número 4” (así le dicen a Francisco, por su antigüedad en el trabajo) se da un respiro en su labor para responder algunas preguntas y contar la historia del local de Lince.
“Bueno, he tenido el gusto de atender a los presidentes Alan García, Alberto Fujimori, Fernando Belaunde y hasta Manuel Odría en varias ocasiones. Todos han sido siempre personas amables, siempre comportándose con cortesía”, nos cuenta… pero no dice qué tal la propina, o si al menos dejaban.
Aunque niega ser aprista, Pancho recuerda con entusiasmo la visita de García durante su primer gobierno. En aquella oportunidad llegó acompañado de Luis Alva Castro, entonces ministro de Economía, y una comitiva de patrulleros para su seguridad. “Cuando vino don Alan, me pidió que le recomendara nuestro mejor sándwich. Yo le dije que el mejor era el de lomito, y pidió que sirviéramos varios para toda su comitiva. Eran nuestro sándwich más caro”, relata y sonríe.
Otro que también los visitó, y en más de una ocasión, fue Alberto Fujimori. El trabajador explica con que una noche el mandatario llegó acompañado por sus hijas Keiko y Sachi, además de su seguridad. “Generalmente yo lo atendía. Así que al ver llegar su camioneta me acerqué. Keiko conducía. No me acuerdo exactamente qué pidieron, pero cuando se iban Fujimori me llamó y me regaló un finísimo lapicero con la inscripción República del Perú”, rememora.
Pero no solo los políticos eran fanáticos de la Salchipapa y la Tiptorella; también connotados deportistas que dieron glorias al país acudían con frecuencia al local para dejar atrás por un momento las duras dietas que los llevaron a los podios. No podemos nombrar a todos: la lista sería interminable. “Los futbolistas que fueron a México ‘70 y eliminaron a Argentina también eran nuestros clientes. Teófilo Cubillas, Roberto Chale, Alberto Gallardo y el arquero Luis Rubiños venían siempre. Yo los atendía”, agrega el experimentado mozo.
Otro cliente famoso fue el connotado boxeador Mauro Mina, conocido como El Expreso de Chincha. El púgil llegaba con su familia, siempre muy atento, con una imagen totalmente distinta de la que utilizaba para intimidar a sus más duros oponentes. Pobre de aquél que no lo atendiera bien.
Doña Teresa también conserva en la memoria a sus clientes más célebres: “Vinieron muchos personajes importantes. Me acuerdo de Dante Capella (uno de los más connotados locutores de la época de oro de la radio); otro era el Conde de Morosini, un profesor de equitación que llegaba vestido con su uniforme de montar caballo y un capote blanco. Y también caía por acá el alcalde Alfonso Barrantes. En fin, quién no ha venido. Hasta Gastón Acurio.”
El éxito del Tip Top y sus célebres visitantes dio paso al surgimiento de nuevos restaurantes drive in (servicio al auto) en Lima. Entonces fue el momento del Bar BQ, del Oh Qué Bueno y de El Tambo, entre otros que más tarde sucumbieron ante el embiste de las franquicias internacionales.
Distinto y diferente
[Con una leche malteada, una hamburguesa y una nutrida porción de papas fritas en la bandeja, el conductor vuelve a cambiar de radio. Gira el dial en busca de otro tema y encuentra “El rock de la cárcel” en la voz de Enrique Guzmán. “El rock, todo el mundo a bailar. Todo el mundo en la prisión, corrieron a bailar el rock.”]
Más allá del valor histórico del restaurante, de su estilo de época y del buen servicio, lo que realmente ha servido para que se gane un espacio en el corazón de los limeños es el indiscutible sabor de sus platos, postres y helados. Para la señora Bracale, el Tip Top alcanzó éxito porque fusionó la típica comida rápida con un estilo peruano.
Sin duda alguna, el sándwich estelar de la casa es la Tiptorella. Contiene pollo, jamón, queso y tocino, todo mezclado con mayonesa, cubierto con queso mozzarella, ketchup y orégano. Para muchos, el número uno de Lima…
El Hot Dog Kilométrico tampoco pasa desapercibido. Su sabor es inconfundible y resulta indispensable probar uno para comprender por qué ha provocado la adicción de más de un comensal.
Y la Salchipapa es ya otro lote. La gerente explica que los cocineros bañan la salchicha en una salsa especial (secreto de familia guardado bajo cien llaves) cuya receta han logrado perfeccionar con el tiempo.
“Nuestros chefs tienen varios años trabajando con nosotros; incluso algunos son fundadores. Por eso la sazón del Tip Top no ha cambiado con el tiempo. Las personas que regresan después de años nos dicen que tal plato es el mismo que probaron cuando eran niños y venían con sus papás o abuelos”, asegura muy orgullosa la hija de los fundadores, y de pronto queda ella también, como su local, suspendida en el tiempo.
Pero si hay algo que uno no puede dejar de probar (y que sirvió además de motivo a este artículo) es el Milkshake de Lúcuma. Al primer sorbo se desata una lucha entre la lengua y el frío de la fruta que culminan mezclándose hasta desatar el más dulce de los placeres gastronómicos. El sabor fresco y natural de la lúcuma se siente al instante y se adhiere a la garganta. Su cuerpo es el ideal, de modo que ingerirlo es como beber un helado momentos antes de que se derrita.
“Cuando aparecieron Bembo’s, Mc Donald y Burguer King, no nos preocupamos de que se lleven a nuestros clientes. No obstante las ofertas que ofrecían y los cambios en la economía del país, siempre nos preocupamos de que la calidad y la cantidad de nuestros productos sean las mismas”, continua doña Teresa.
Ella explica que a pesar de pertenecer al rubro de la comida rápida, ofrecen una carta más amplia que la competencia. Incluso preparan platillos de comida criolla, como anticuchos o chicharrón de pollo. “Tenemos más que los demás, y mejor”, dice sonriente.
Y cómo no mencionar su chicha morada, su helado zambito y sus clásicas hamburguesas. Pero extenderse sobre ellos demandaría otro artículo.
El local
Además de sus clásicos platos, el ambiente del local es ideal para las remembranzas. Como la cocina tiene las paredes de vidrio, cualquiera puede ver desde la calle cómo se preparan los pedidos en su inmensa parrilla. También es posible apreciar las máquinas de café y la de helados. Fueron adquiridas antes de la inauguración del local, y siguen funcionando como recién estrenadas.
El salón presenta dos ambientes y los mozos, siempre con su saco verde y su corbata michi, se encuentran atentos a los pedidos de sus clientes. Sus sillas y mesas también son distintas. Pancho recuerda que el propio Don Carlos Bracale las trajo de Venezuela. “Dónde han visto estas mesas con cuatro sillas pegadas al suelo; fueron elegidas por el propio dueño, pensando en la comodidad de los clientes.”
Una historia de amor
[Dice la sabiduría popular que al corazón de un hombre se llega por el estómago. Cuando ve a tantas parejas en los autos parqueados en el estacionamiento, el chofer recuerda antiguos amores. Cambia de estación y escucha “Strangers in the Night”, del gran Frank Sinatra. “Strangers in the night, exchanging glances, Wond’ring in the night. What were de chances.”]
El Tip Top ha sido cuna de innumerables romances. Doña Teresa lo sabe: “Cuántos clientes me han contado que fue acá donde le dieron el primer beso a la novia, que comiendo un heladito se han enamorado; incluso muchos han llegado hasta casarse”.
Y si alguien puede dar fe de que no era nada raro que en los restaurantes de servicio al auto se iniciara un romance, ése es Roy Morris, caballero del micrófono y conductor del programa Ritmos y Estilos, con más de veinticinco años al aire en diferentes emisoras. Don Roy es una voz autorizada a la hora de conversar de música, cine, televisión y publicaciones escritas. Esta vez, sin embargo, lo buscamos para otra cosa: queríamos saber cómo eran estos fast food en su época de apogeo.
Como todo buen caballero, Morris no puede desmentir a una dama; por eso corrobora lo dicho por doña Teresa Bracale. “Los restaurantes como el Tip Top me traen gratos recuerdos. Fue precisamente en uno de estos locales, un domingo, que conocí a Pilar, mi esposa”, nos cuenta.
“Vaya épocas. En ese entonces lo común era acudir muy temprano a la misa; luego al almuerzo con los padres, y ya en la tarde uno se juntaba con los amigos. Yo recuerdo que iba al cine Alcázar o al restaurante de comida al carro del óvalo Gutiérrez.” Y el brillo de cierta nostalgia asoma en su sonrisa.
[El chofer busca otra canción en la radio de su auto. Solo encuentra cumbias, y entonces ve que es el momento adecuado de dejar el Tip Top y el vetusto Ford, y se aleja al ritmo del Grupo 5].
Por: Rodrigo Jáuregui
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